Apenas llegó tuvimos que descifrar que cuando decía “Profe” no se refería al preparador físico, sino a Gallardo. Después nos hizo googlear a todos el término “Panita”, y nos lo contagió al instante. Alguna otra vez se le ocurrió tirar en sus redes sociales la frase “estamos melos”, y también la adoptamos para cualquier circunstancia. ¿Cómo no te va a gustar el idioma colombiano? ¿Cómo no te dan ganas de nacionalizarte cafetero, y hablar todo el tiempo como ellos?

Pero con Juanfer nos ocurre además algo diferente. Verlo jugar con la de River puesta fue un enamoramiento inmediato. Porque su talento excede a lo que es la media del fútbol argentino. No es fácil encontrarse con jugadores que sepan entender el momento de hacer una pausa, y al instante aplicar el cambio de ritmo para acelerar y encontrar una gambeta. De a ratos pareciera que practica realmente un deporte distinto al de los otros 21.

Todos en algún momento emulamos a Pékerman cuando en Rusia lo llamó en el medio del partido y le gritó varias veces “CRACK” a los cuatro vientos.Es que los rivales no logran descifrarlo. Cuando agacha la cabeza siempre amaga o engancha hacia el lugar donde hay camino libre, o filtra la daga entre líneas esquivando piernas oponentes con la precisión de un francotirador. En esa cancha que tiene perfectamente dibujada en su cabeza él con un simple pantallazo ya logró divisar la ubicación del resto, y todas las ofertas de pases existentes.

Y muchas veces se sorprenden y se despistan ante él también sus propios compañeros, porque el tipo encuentra pases y espacios que son inesperados para la lógica y el sentido común del futbolista promedio, inclusive hasta desafiando a las circunstancias climáticas. El diluvio con viento infernal que fue protagonista en el último 0-0 ante Belgrano hubiera sido un enemigo absoluto para cualquiera que intente jugar por abajo, pero él fue el único que encontró toda la claridad que no había en el cielo.

Ojalá de ahora en adelante podamos ver un equipo que aprenda a sacarle el máximo potencial de su jugo. Dejarlo a cargo todo el tiempo posible del manejo de los hilos. Rodearlo de socios y de ofertas de pases para que potencie la estructura. Que sea el conductor nato. Que tire paredes con Palacios llegando desde atrás. Que habilite al Pity y lo ponga en una situación de uno contra uno, para que pueda desequilibrar con su velocidad. Que cambie de frente fiel a su estilo para habilitar al lateral que se está proyectando por el otro lado. Y que los delanteros mantengan todo el tiempo las antenas preparadas, porque la asistencia por algún rincón va a llegar.

Juguemos todos a entenderlo. No sólo aprendiendo su vocabulario delicioso que se va innovando permanentemente, sino también interpretándolo y potenciándolo adentro de la cancha. Ayudémoslo a que nos haga brillar como equipo. Disfrutemos de su sabor. River y Colombia en la historia reciente son dos panitas que siempre se las ingenian para caminar de la mano a un ritmo bien melo.

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