El caso Zuculini superó los límites de lo absurdo. En cualquier torneo amateur con amigos de los fines de semana, todo jugador que arrastra suspensión está tachado en la planilla y ni siquiera puede firmar. ¿Cómo no existe un sistema en Conmebol que alerte a todos los clubes sobre los futbolistas inhibidos? ¿Cómo puede ser que a la máxima entidad del fútbol continental se le escape la tortuga tantas veces y permita semejantes papelones ante los ojos del mundo? ¿Cómo se concibe que en el año 2018, con todas las ventajas tecnológicas a favor, no exista un informe fiable publicado en su página oficial donde figuren todos los suspendidos? O peor aún, ¿por qué tienen que ser los clubes los que deben consultarles esos datos a ellos? ¿No es lógico que sea al revés el mecanismo?

En un abrir y cerrar de ojos se desnudaron todas las miserias juntas de esta organización. Que te pase mal un dato un allegado o un conocido que trabaje ahí, vaya y pase. Pero que te firme una nota el máximo responsable de la unidad disciplinaria, y que a su vez no le figure el jugador como suspendido en el sistema que él mismo maneja, es el colmo total. El término “error administrativo” con el que calificaron la falla en el comunicado le queda muy chico a semejante bochorno. Y queda muy claro que todo queda ocurrido por un sistema que arrastra errores desde el pasado.

Ojo, tampoco los clubes deben lavarse las manos por completo a la hora de las responsabilidades. A una escala más mínima, por supuesto. ¿Se pueden encontrar culpas puntualmente en River? Mínimas, casi imperceptibles, porque tuvimos el as de espadas todo el tiempo en la mano con esa carta mandada en febrero. Pero más allá de la correctísima averiguación en aquel momento, debiera existir un control interno para este tipo de situaciones. Y el jugador, por su parte, también debe ser un poco más responsable a la hora de recordar sus antecedentes y conocer los reglamentos. Porque si Racing hacía el reclamo en tiempo y forma había menos argumentos para sostener la defensa. En los casos de Santos y Temuco las culpas propias son mayores, porque ni siquiera se detuvieron a consultar previo al inicio de la competencia, y además contaron con las protestas lícitas de San Lorenzo e Independiente dentro de los plazos establecidos.

En definitiva, volvimos a asistir a una página muy triste, y se sigue profundizando un fútbol tercermundista a nivel organizativo que cada vez estira más la brecha con el ideal. ¿Cómo puede ser, señora Conmebol, que se preste a semejante circo ante los ojos de todo el mundo? Ojalá algún día pare de desprestigiar al continente, y de ponerle un punto final a la improvisación. La copa Libertadores es el torneo más hermoso y pasional del planeta. No la rompa. No la arruine. Empiece a cuidarla como se merece de una vez por todas.

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