Un día como hoy pero de 1996, Marcelo Salas salía a la cancha por primera vez con una banda roja en el pecho. Y pensar que podría haber sido de la contra…
15 de septiembre de 1996, Estadio Tomás Adolfo Ducó. A 15 minutos del final del partido que empatan River y Huracán en Parque de los Patricios, Ramón Díaz dispone el ingreso de Marcelo Salas, un delantero que había llegado al Millo desde la Universidad de Chile. Comenzaba a escribirse una historia que pudo haber sido completamente distinta…
Salas cruzó la cordillera a mediados de 1996 para jugar en Boca, pero por esas cosas del destino, los dirigentes xeneizes lo quisieron llevar a préstamo, él no aceptó y terminó regresando a su país. A los pocos días sonó el teléfono. Su representante le comentó que había una oportunidad en River. “Voy, pero no a prueba”, contestó. La operación se cerró en cuestión de horas.
Llegó el debut contra el Globo y a las dos semanas, su primer gol con La Banda, nada menos que frente a Boca en la Bombonera. Más tarde llegaría el tricampeonato con él como gran protagonista, la inolvidable Supercopa ’97 con sus goles a Atlético Nacional y a Sao Paulo en la final y una idolotría que fue creciendo día a día. El “chileeeeno, chileeeno” todavía retumba en los cuatros costados del Monumental.
Se fue a la Lazio en 1998 y tras un paso por Juventus regresó en 2003. Pese a que todavía se encontraba en plenitud – tenía 29 años al momento de volver – su segundo ciclo estuvo marcado por las lesiones y la irregularidad. “Mi primera etapa fue un 10, la segunda un 5”, sostuvo alguna vez en un mano a mano con El Gráfico. Aún así le alcanzó para marcar 17 goles y festejar un nuevo campeonato, el Clausura 2004.
En 2005 volvió a Chile para jugar cuatro años más hasta 2009, momento en el que decidió ponerle fin a una carrera que incluyó 16 títulos y más de 200 goles. En River, por siempre va a ser “El Chileno”.
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