¡Que sábado tan hermoso por favor! Cuantas emociones recorrieron cada cuerpo y espíritu riverplatense. Es que esa explosión orgasmica que significa ganarle a Boca no se compara con ninguna otra cosa en nuestras vidas. River nos hace felices. Sentimos y vivimos por esta camiseta y cuando suceden tardes como estas, la felicidad se potencia a niveles difíciles de poder explicar para aquellos a los que una banda roja no les cruza el alma. Ganarle a Boca es la obsesión que nos enseñó Angelito Labruna. Ese fue su legado y es Marcelo Gallardo quien más y mejor cumple con ese mandamiento.
El efecto Gallardo
Hay que decirlo. La postura de Boca cambia cuando tiene al Muñeco enfrente. En este partido quedó confimado. Son otros. Se transforman. Venían invictos desde hace un año en su cancha con estadísticas muy ganadoras. Lo mejor de Boca, hasta ayer, era su recorrido como local. Sin embargo contra River jugaron su peor partido en esa condición. Eso es el “Efecto Gallardo”. Y él lo sabe más que nadie y abusa de esa ventaja psicológica que provoca su presencia.
Marcelo Gallardo se quedó con su primer Superclásico tras la vuelta a River.
Ellos lo padecen y sufren. Él lo disfruta. Les puso suplentes en su estadio y les ganó igual. Un verdadero abuso. Aún con menos le planteó un partido de igual a igual en el primer tiempo. Lo anuló. Lo superó. Se jugó como quería River. Boca jamás pudo imponer sus condiciones, aun teniendo a todas sus figuras dentro de la cancha.
Esos 45 minutos iniciales fueron perfectos. La defensa controlaba todo. Los laterales reforzaban el mediocampo. Simón se comió a Medina. Boca estaba desorientado y de esa situación sacaba provecho River para generar peligro en ofensiva. Sucedió todo lo que se planificó. Gallardo imaginó ese partido y los jugadores lo ejecutaron a la perfección. La segunda mitad fue distinta. Se bajó la intensidad pero apareció la inteligencia y la estrategia. Se retrasó unos metros, esperó más cerca de su arco para que el desgaste fisico sea menor (el partido de Colo Colo estuvo presente en la cabeza del DT) y apostó a salir rápido de contra.
Perdió la pelota pero no tuvo grandes sustos. Resistía los avances de un rival que iba pero al que no se le caía una idea. El 1-0 era corto y eso nos preocupaba pero el equipo decía presente como le gusta a su entrenador. Pudo ser más amplió pero Miguel Borja hizo lo que no suele hacer: fallar en la definición. No entró fino el colombiano sino el partido se liquidaba mucho antes. La contracara fueron los ingresos de Ignacio Fernández y Franco Mastantuono. Nacho le dió experiencia y manejo de los tiempos. El juvenil aportó explosión y juego para adelante. Ambos se sumaron a la galería de buenos rendimientos individuales que mostró el equipo en este clásico.
Manu Lanzini fue una de las grandes figuras en el superclásico.
Las figuras de la tarde en La Bombonera
El top 3 lo integran Manuel Lanzini, Facundo Colidio y Paulo Díaz. Manu hizo el gol de la victoria, se besó el escudo demostrando su sentimiento por la camiseta y que esa cancha le sienta bien. Lo del ex hombre de Tigre fue excepcional, retrocedia unos metros para arrancar en velocidad con campo por delante, ganaba en cada gambeta, lo volteaban con falta, era desahogo y generación, fue participe clave en el gol del partido y tuvo otra más que no pudo definir por arriba de Romero. El Chileno volvió a jugar como en sus grandes tardes, impasable de arriba y de abajo. Muy caudillo. Salía a los costados y ganaba. Una actuación sobresaliente y sin fisuras. También en el repaso individual es justo destacar el carácter y la presencia de Leandro González Pirez, quien jugó un partido como para hacer olvidar viejos errores del pasado.
Enzo Díaz fue otro que levantó su nivel. Estuvo fuerte y metido en su misión de anular todo lo que vaya por el sector izquierdo de la defensa. A Nicolás Fonseca se lo mira muchas veces de reojo pero con sus ganas y entrega estuvo a la altura de lo que pide un duelo con Boca. Aprobado para el uruguayo en su primera visita a La Bombonera. Otro que mostró ganas, compromiso y no le esquivo al roce físico fue Adam Bareiro. Importante primer tiempo para el paraguayo. Después se fue apagando y debió ser reemplazado. En estos apellidos se edificó la victoria trascendental y muy festejada de River frente a Boca.
Abrazo grupal luego del gol de Manuel Lanzini. Una postal hermosa.
¿Por qué es un superclásico tan festejado?
Se celebra mucho mas porque caía incómodo este partido por el momento y el calendario. Siempre un Superclásico es especial y es el partido de la gente. Se juega por y para ellos. Pero también hay una responsabilidad grande llamada Colo Colo. Y el público, que siempre quiere ganarle a Boca, entendió esta vez que lo importante era el próximo martes en casa. Por eso era lógico poner un equipo alternativo en La Bombonera. Y sabemos que cuando se juega sin los mejores jugadores las posibilidades de tener exito son menores. Evidentemente no para el River de Gallardo. Guardó futbolistas pero no regaló el partido como algunos suponían.
Lo jugó honrando la camiseta y la historia enorme de esta institución. Salió bárbaro. River sale fortalecido y Boca queda envuelto en una gran crisis con jugadores peleandose con sus hinchas. El equipo llegará a la revancha de Copa Libertadores sin haber exprimido físicamente a la mayoría de sus titulares. Es que el martes hay que clasificar a las semifinales para que la felicidad sea completa. El triunfo en La Boca debe ser motivante. Un gran envión anímico para lo que viene. Llegar derrotado no hubiese despertado críticas ni enojos pero no era lo mismo. Ahora se llega en ganador. Salió victorioso del partido más importante del fútbol argentino y desea continuar su racha en el plano internacional. Ahí estará el pueblo millonario, colmando el Monumental para hacer lo suyo frente a los chilenos pero también para festejar y agradecer por esta incomparable alegría que siempre es y será ganarle a Boca.