El 5 de agosto del 2024 el mundo River se pintaba con aires de esperanza y el Monumental volvía a vestirse de gala para la vuelta de un auténtico ídolo de la casa y un héroe de multitudes que no se pueden dimensionar. Menos de dos años después de su gloriosa y emocionante partida, Marcelo Gallardo aterrizaba nuevamente en Núñez y ni el más pesimista podía imaginar que menos de 14 meses después el Muñeco iba a atravesar la crisis más grande de su carrera como entrenador.

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Después de lo que fue la espantosa derrota ante Deportivo Riestra, por primera vez empezó a toparse de lleno con contextos que para cualquier otro hubieran sido de fin de ciclo o sacatécnicos, y también con un clima mayoritario de desconfianza por parte de un público que jamás lo va a insultar ni mucho menos por lo que significa en la vida de cada uno y en la historia del club, pero que sí a esta altura ya sospecha fuertemente que será difícil que encuentre la llave de la solución.
Cuesta comprender las razones por las cuales un técnico de la grandeza de Gallardo no haya podido en todo este tiempo consolidar una línea de juego que identifique a su River, y tampoco haya gravitado mayoritariamente en la evolución de los rendimientos de los jugadores, un aspecto que había sido uno de los pilares absolutos de su primera etapa como DT. Pero la realidad marca que el equipo se hunde semana a semana en sus propias miserias e inocencias, y que la crisis futbolística parece no llegar nunca a un límite.
No se puede seguir hablando de un equipo en construcción después de tres mercados de pases y de decenas de millones de dólares invertidos. No se puede seguir cambiando el sistema todos los partidos sin encontrar una base sólida de 8 o 9 apellidos. No se puede sostener dentro de un partido a futbolistas que hacen todos los méritos para salir. No se aguanta más este equipo que te genera desconfianza todo el tiempo y que comete siempre las mismas inocencias como una criatura inmadura que nunca entiende los límites. Y está claro que la situación se volvió límite.
La sinceridad y la autocrítica, siempre presentes
Pero dentro de este panorama oscuro, el rayo de luz que aporta claridad se encuentra en su semblante y su sincero convencimiento. Fiel a su estilo nunca perdió la autocrítica y siempre le cuenta al hincha la película que todos vemos, donde asimila los errores y se hace cargo de lo que le toca, dejando bien en claro además que está entero para poder revertirlo. Y en este caso sabemos que las herramientas y las capacidades las tiene de sobra, y que no se trata de un novato o un paracaidista que cayó al club de la nada y tiene que pilotear una crisis tormentosa como la actual.
No quedan dudas que es el máximo responsable de este momento horrendo que está atravesando River, sí, pero estando todavía a flote en dos frentes merece ámpliamente la chance y el respaldo para poder cambiar el rumbo de este barco que hoy navega a la deriva y que se ha convertido en la aventura más compleja de su existencia como entrenador. Pese a todas las desgracias todavía estamos a tiempo de terminar el año mostrando otra imagen y luchando en serio por una vuelta olímpica y una alegría que nuestra gente merece de pies a cabeza.
Eso sí, para que todo aquello suceda favorablemente, la derrota con Riestra deberá convertirse en la tocada del fondo del mar y el partido contra Racing de este jueves deberá ser el del rebote hacia las aguas bajas de la orilla, porque si eso no pasa ya a esta altura será prácticamente imposible llegar con oxígeno a la superficie. Y allí es donde también los jugadores tendrán que empezar a dar la cara de verdad para defendernos en este momento, como tantas veces nos defendió Gallardo adentro y afuera de la cancha en las épocas más gloriosas y también en los momentos límite. Todas las opiniones son respetables y está más que justificado el malestar y la crítica sostenida hacia él por lo que muestra el equipo, pero i no nos permitimos darnos la oportunidad de seguir creyendo en el hombre que demostró ser capaz de afrontar todo, casi que no nos queda nada.
Por supuesto que nadie está ni estará nunca por encima de River. Pero también es cierto que River nació y vivió gigante por hombres como Marcelo Gallardo, esos tipos elegidos que se han ganado el derecho de tener un respaldo extra en cualquier circunstancia mientras sigan en el frente de batalla. Es todos juntos pero es ahora o nunca la reacción, porque ya tiramos demasiado de la cuerda y el precipicio nos sigue esperando con los brazos abiertos.





