Duele por la frustración de perder un partido ante un equipo menor y limitado, que con sus pocas armas disponible se las rebuscó para complicarle la noche a River y sacarlo del torneo. Duele por lo inesperado e impensado. Estamos en una etapa de crecimiento, de consolidación y de un equipo que venía gustando y ganando seguido. Nadie imaginaba una actuación en falso como la que terminó sucediendo frente a Platense. Duele por ser el final de un sueño de campeón que parecía ir tomando forma con el correr de las fechas y los argumentos sólidos que notabamos en lo deportivo y lo anímico para llegar a alcanzar la consagración deseada. Duele básicamente por los discretos niveles y rendimientos de los equipos que quedaron en competencia y disputarán las semifinales de este torneo. No hay ningún cuco y todos planteles de menor jerarquía individual a la que tiene River. Duele y esa es la verdad. Una eliminación nunca es fácil de aceptar. Es un golpe enorme a esa ilusión que este grupo de jugadores habían generado en el último tiempo en sus hinchas tras ganarle a Boca y clasificar con autoridad a los 8vos de Final de la Copa Libertadores.

River volvió a caer por penales y lleva ocho series seguidas sin poder ganar desde los 12 pasos. (Foto: Getty).
No le salió nada a River
Fue una noche mala. La que este impresentable formato de torneo no te permite tener. Empatás un partido y te vas a casa. Sin importar los resultados obtenidos y el nivel mostrado durante el recorrido de la temporada. Acá terminas puntero o entre los 16 primeros y es lo mismo. De cualquier modo estás a 4 partidos de ser campeón, sin importar la posición conseguida tras 16 fechas. Ni siquiera hace falta ganar uno de esos 4 encuentros. Con empatar y ser efectivo en los penales podes ser el equipo que se consagre en el país. Vaya uno a saber con que intereses hicieron desaparecer la Liga en el Fútbol Argentino. Ahora tenemos esta Copa donde en sólo 90 minutos puede quedar sentenciada la suerte de un buen equipo. Tenés un mal partido y decís adiós. Y River lo tuvo. En su casa, ante su gente y frente a un rival al que debería ganarle 8 de cada 10 partidos. Retrocedió en lo futbolístico. Se olvidó de lo que venía haciendo en los partidos recientes y volvió a parecerse al River de principio de año que no encontraba funcionamiento y dejaba puntos con cualquiera. Falló cuando no podía fallar. Empató el partido que tenía que ganar porque lamentablemente si no ganás dentro del tiempo reglamentario, ya todos sabemos y tenemos claro lo que nos va a pasar en las definiciones por penales.

Yael Falcón Pérez fue un desastre en el Monumental. (Foto: Getty).
Platense lo hizo entrar a River
River cayó en la trampa de su rival. Pecó de ingenuo. Se prestó al trámite de partido que favorecía al equipo visitante. ¿Cuál era? Jugar nervioso. No evitar la fricción. Entrar en discusiones tontas con los jugadores rivales. Cometer faltas sin sentido que permitan la interrupción prolongada y reiterada del juego. Anoche se jugó muy poco tiempo neto porque habia un equipo al que no le interesaba jugar. Y River fue responsable de eso. Hizo todo lo que no tenía que hacer. Anímicamente fue perdiendo la compostura y futbolísticamente no tenía precisión ni asociaciones que le sirvan para acercarse con peligro al arco de Juan Pablo Cozzani. El partido marcaba una tendencia evidente. El talento perdia la batalla contra el esfuerzo. La creatividad no podía imponerse ante el orden estructurado. La propuesta ofensiva no superaba la tactica y estrategia defensiva. Ese fue el gran mérito de Platense. Anularlo y controlarlo a River. Le incomodó a Nacho Fernández, le tapó a Kevin Castaño, lo anuló a Franco Mastantuono y lo aisló a Sebastián Driussi. Las claves fueron esas. El planteo de la dupla Orsi-Gómez fue efectivo. Diseñaron un equipo muy corto, de lineas cercanas, sin dar espacios, jugando siempre concentrados y basándose mucho en el esfuerzo y espíritu individual de cada uno de sus dirigidos. Con eso le alcanzó para pasar una noche tranquila nada menos que en el Monumental.

Mastantuono no tuvo su noche.
River nunca le encontró la vuelta al esquema y al partido. Sólo Facundo Colidio rompía con sus movimientos y gambetas para adelante, pero no tenía intérpretes al lado que lo ayuden. Por afuera nunca encontró la profundidad necesaria. Fabricio Bustos jugó otra vez mal y Marcos Acuña llegaba pero no lastimaba. La pelota la tenía Enzo Perez pero no podía encontrar receptores libres. Nacho Fernández no repitió sus buenas actuaciones recientes; alternó más malas que buenas pero así y todo, desde sus pies salió algún pase con claridad como ese que dejó a Colidio con campo abierto para avanzar y quedar mano a mano con el arquero. Le faltó fe para definir. Esa pudo ser la más clara. Quizás hubo otra en el inicio que lo tuvo a Driussi para definir y no acertó o algún remate de Mastantuono que paso cerca. Poco. Realmente muy poco para lo que se imaginaba. Y si a esto le sumamos las habituales fallas individuales en defensa el combo fue demoledor. Un pelotazo frontal le ocasiona una complicacion aerea a Paulo Diaz que sale desarmado y lo deja fuera de acción. El cierre corto y apurado de Lucas Martínez Quarta deja la pelota en juego. Nadie va al rebote y con un simple pase queda Taborda mano a mano con Franco Armani mientras Bustos miraba y llega corriendo desde atrás sin ningún concepto de marca. Era el 0-1 y la noche ya pintaba oscura.
Sin reacción en el complemento
Fue flojo el primer tiempo y tampoco hubo reacción en el segundo. La desventaja lo aceleró a River que insistía con una idea que no le salía ni ponía en riesgos a Platense. Tenía la pelota. Tocaba y avanzaba pero perdía toda lucidez cuando se acercaba al área. Marcelo Gallardo decidió meter cambios. Y tampoco mejoró. Las modificaciones no sumaron demasiado. Sólo la presencia de Miguel Borja inquietaba un poco a una defensa rival que se veia firme. El resto fue más de lo mismo. Fue raro que salga Colidio, quien era el mejor jugador de River. Tambien fue extraño que abandone la cancha Enzo Pérez, quien desde su liderazgo siempre es importante. Se optó por dejar a Castaño de 5 y Manuel Lanzini recostado por izquierda. No acertó el Muñeco con los cambios y el equipo lo sufrió. También sintió lo que posiblemente haya sido el partido más flojo de Mastantuono en su breve y brillante carrera. No fue la noche del pibe. Jamás pudo desnivelar, perdió en casi todos sus intentos y le privó a River de un desequilibrio individual tan necesario para romper estructuras defensivas. A favor del crack millonario. La pidió siempre y pateó de muy buena manera un penal caliente.
Es un golpe duro. Difícil de asimilarlo. El momento actual de River invitaba a soñar con otro desenlace. Ya sin Argentinos Juniors, Racing Club y Rosario Central en competencia el título no parecía un imposible. Hasta la ausencia de Boca hacía más liviana la definición sin esa pesada carga de tener por delante una posible final superclasica. El resto de los equipos no asustaban. Independiente es un equipo ganable. San Lorenzo es mezquino y juega a lo que puede. Huracán tiene oficio y esta bien armado, pero en una final la presión de salir campeón tras 52 años y varios intentos fallidos podía jugarle en contra. Todo parecía acomodarse para River pero fue el propio River el que lo desacomodo y dejó pasar una oportunidad concreta de sumar otra estrella a su historia. Es frustrante y doloroso pero no preocupante. Al menos para mí vale mas el camino recorrido en los últimos 10 partidos que una sola mala noche. Por supuesto que el resultado es negativo y se suma a las decepciones sufridas en el 2024. Eso es una realidad indisimulable pero no considero que la imagen dejada ante Platense sea la verdadera. Lo tomó como un partido malo que tuvo consecuencias graves. Empató y le dijo adiós al campeonato. Sin embago no hay que imaginar un futuro negativo. River nos demostró que estaba vivo y asustaba a más de uno. Alcanza con solo ver como festejan esta eliminación los equipos que ya esperaban en Semifinales y veian en River a su posible verdugo. Es un buen síntoma el respeto que tiene todo el fútbol argentino. Es señal de que algo apareció en el último tiempo que los tenia preocupados. Estará en River darle continuidad a eso y seguir creciendo. Tomar esto cómo un tropezón del cual levantarse y no una caída definitiva. Habrá revancha cercana en el próximo campeonato mientras seguimos adelante en el plano internacional con el objetivo más importante que tenemos que es la Copa Libertadores. Lo que pasó duele y molesta pero no divide ni rompe nada. Aca no hay insultos, no hay DT despedidos, no hay crisis institucional, ni tampoco una grieta fuerte entre nosotros. Hay una decepción lógica por el objetivo no cumplido y nada mas. El caos busquenlo en otros lados. Acá seguimos confiando y creyendo en River para todo lo que esta por venir.