Estoy convencido que no debe existir nada más lindo en la vida que ganarle a Boca. Es nuestro deseo mas importante y nuestra felicidad mayor. Sea por el torneo que sea. En cualquier momento y sin importar los contextos que rodean al Superclasico. Ganar este partido nos mejora el ánimo. Nos permite comenzar la semana con una sonrisa imborrable. Nos hace poner la camiseta y caminar con orgullo por la calle. Nos sirve para olvidar cualquier problema que tengamos en estos días. El River-Boca es eso. Es adueñarse de nuestras vidas la semana previa y la posterior. La mente no piensa en otra cosa. Nada se le acerca en importancia. Todo queda chico al lado de este duelo histórico de estilos e idiosincrasia. Son ellos o nosotros. Y nada provoca más alegría que vencerlos. En un partido de verano, en un campeonato local o en la final de una Copa Libertadores. Nosotros las vivimos todas. Entendemos que hay triunfos y festejos incomparables. Que a diferencia de ellos, ya sabemos lo que significa tocar el cielo con las manos. Sin embargo cada vez que nos enfrentamos se renuevan esas ganas de ganar que no experimentamos en ningún otro partido. El Superclasico es un campeonato dentro del campeonato. Es el partido de la gente. Donde además de los 3 puntos está en juego el orgullo por los colores y la bandera. La felicidad de medio país, al que nuevamente le toca sonreír y festejar fuerte.
River fue mucho más que Boca en la cancha
El partido fue todo de River. Desde el primer minuto el equipo salió a llevarse por delante a Boca. Jamás especuló. Nunca dudó. Siempre tuvo claro como disputar este partido. Buscó de arranque a imponer condiciones y asumir ese rol protagonico que esta clase de partidos le solicita a los equipos grandes. No importaba el cansancio por la semana que tuvo un viaje a Ecuador y la presentación por Libertadores. Había que salir a ganar el Superclásico y eso fue lo que hizo River. Entendió cómo hacerlo. Se apoyó en el multitudinario respaldo de las 90 mil personas que colmaron el Estadio Monumental para correr, meter y jugar mas que su eterno rival. Mientras River iba, Boca se defendía. El Millonario soltaba gente en ataque y el Xeneize se replegaba en el fondo con una línea de 5 defensores que describía claramente su intención. River desde la planificación de su entrenador se mostraba ambicioso y con el firme deseo de ganarlo. La imagen de Boca era la de un equipo timorato, que asumía su inferioridad, sólo pretendía defenderse y apostar a un contragolpe. Y ahí estuvo la enorme diferencia. En la postura y la actitud. Uno jugaba como equipo grande. El otro como chico. Una característica reitarada en el último tiempo cada vez que se juega en Núñez.
Es mérito de Marcelo Gallardo inculcar esa mentalidad. De trasladarle a sus dirigidos una idea y que ellos la hagan propia. Pará River era un partido incomodo. La Libertadores y los viajes generan un desgaste físico que es una clara desventaja en relación a aquellos equipos que durante el año no juegan ninguna copa internacional. Pesé a eso, River no reguló y jugó al cien por cien de sus posibilidades físicas desde el inicio del partido. Salió a maltratar a Boca, a tirarle todo lo que tenía para golpearlo de entrada y la superioridad fue evidente. River estaba presente, mostraba coraje y ratos de buen fútbol. Un primer tiempo más que aceptable que le permitió irse ganador al vestuario.

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Porque las explosiones llegaron todas en la etapa inicial. Un tiro libre fantástico de Franco Mastantuono, quien con su ejecución de zurda no sólo nos hizo recordar a un tal Beto Alonso, sino también provocó que la gente rompiera su garganta con un grito de gol que movio los cimientos del estadio cuando vió como la pelota se metia en el ángulo de ese discreto arquero que es Agustín Marchesin. 1 a 0. El Monumental era una fiesta. La tarde se daba como se pensaba y quería hasta que un mal cálculo de Germán Pezzella y una floja cobertura de Lucas Martínez Quarta le permitió a Boca encontrar el empate sin haberlo buscado. Otra vez a empezar de cero pero ese golpe a River no lo pinchó. Seguía hambriento y fue por más. Por eso llegó el segundo festejo de la jornada. Muy buen centro de Marcos Acuña, cabezazo de Seba Driussi, otra floja reacción del arquero rival y el delantero de River que siguió la jugada, aprovechó el rebote y desató la locura blanca y roja.
Segundo tiempo cambiante
Era un 2 a 1 mentiroso. Esos primeros 45 minutos habían demostrado una diferencia mayor que solo un gol. El segundo tiempo fue de dominio compartido. River empezó a sentir el cansancio y Boca desde la necesidad se adelantó unos metros en la cancha. Así y todo casi llega el 3 a 1. Un remate de Driussi desde una posición clara que se fue alto y una acción donde Mastantuono peco de individualismo al patear al arco desde un ángulo cerrado cuando entraba solo Facundo Colidio. Pudo liquidar el partido. No lo hizo y se sufrieron levemente los últimos 10 minutos donde, salvo algún pequeño susto, tampoco la pasó mal.

Mastantuono deleitó a todos con un golazo inolvidable de tiro libre. Foto: Getty.
Esta victoria nos permite destacar el fantástico gol consagratorio de Mastantuono. Las ganas, el esfuerzo y el tercer gol consecutivo de Sebastián Driussi. El enorme partido que jugó Enzo Perez poniendo ese corazón que late como un hincha más. Observamos la mejor actuación de Marcos Acuña con la camiseta de River. La presencia y dinámica de Kevin Castaño aprobando ampliamente su primer Superclásico. La aparición cada vez que se lo necesita de Franco Armani. Ellos fueron las individualidades destacadas de la victoria dentro de un rendimiento colectivo parejo y muy serio de todo el equipo.
Gallardo es el papá de Boca
Párrafo especial para el DT de River. Marcelo Gallardo es el papá de Boca. Una vez más demostró lo influyente que suele ser en esta clase de partidos. Armó un equipo lógico y confiable. Le imprimió esa cuota necesaria de espíritu para estos desafios. Les inculcó a sus jugadores que para ganar había que salir a atacar y tuvo su premio. El Muñeco disfruta más que nadie esta victoria. Ganarle a Boca para el siempre es un objetivo prioritario. Los vuelve loco con su sola presencia. Los condiciona. Los achica. Y el saca pecho ante esto. Ahora encuentra con este triunfo ese envion animico que le debe ayudar para seguir mejorando al equipo. Venimos marcando en el último vez una levantada futbolistica. Leve pero evidente. Ayer ademas hubo un plus anímico para valorar. Mientras busca su mejor version, River va consiguiendo resultados tanto en el torneo como en la Libertadores que le genera esa tranquilidad necesaria para afianzarse como equipo. Este domingo dió un paso hacia adelante. Puede ser el click definitivo que cambie la historia para bien de este 2025.

El festejo de Gallardo tras ganar el Superclásico.
Ahora es momento de festejar. De disfrutar este triunfo que merecíamos y necesitábamos. Celebrar el resultado y la manera. Nos gusta ganarle a Boca pero nos gusta mucho más que sea de esta manera. Sintiendo el respeto y el temor del rival de toda la vida. River nos identificó en ese deseo de ganar. Eso es algo que en la vereda de enfrente hoy no podrán decir lo mismo. Es un problema de ellos. Aquí vivimos y jugamos con grandeza. Por eso el resultado no hace más que confirmar que al Superclásico lo volvió a ganar el equipo grande.