Se sabía que River y Fluminense iban a jugar el partido en el Estadio Maracaná como si fuera una final anticipada, lo que nadie esperaba es que el árbitro elegido no pudiera estar a la altura en ningún momento de la noche. El uruguayo Esteban Ostojich, recordado por haber anulado aquel gol de Montiel contra Palmeiras en 2020, redondeó un arbitraje calamitoso en Brasil, perjudicando claramente a River.
Fluminense jugó bien al fútbol, pero también se la pasó revolcándose en el piso y el árbitro se prestó para el show. En cada infracción, los dirigidos por Marcelo Diniz consumieron tiempo en el suelo buscando complicidad con el juez. “En las chiquitas”, como se suele decir, Ostojich inclinó la cancha a favor del equipo local. Un arbitraje totalmente localista, justamente.
Una de las grandes polémicas de la noche fue la patada casi criminal de Felipe Pelo sobre Nacho Fernández. El defensor fue con las dos pies hacia adelante y de milagro no lo rompió al número 10 de River. No solo eso, sino que le perdonó dos infracciones que merecían tarjeta amarilla y que por ende lo hubieran obligado a expulsarlo.
Hubo varios manotazos en los rostros de jugadores de River (primero uno a De la Cruz, luego otro a Nacho) que el árbitro no sancionó, pero sacó fácil la tarjeta cuando algún futbolista visitante cometió una infracción que no merecía sanción. González Pirez vio la primera amarilla por una protesta y en el segundo tiempo lo echó por mucho menos de lo que debería haber expulsado a Felipe Melo (una mano apenas extendida).
River fue un descalabro en defensa, pero lo perjudicaron claramente por un árbitro que jamás estuvo a la altura de las circunstancias y dejó que le manejaran el partido los jugadores de Fluminense. Careció de autoridad alguna y desde los primeros minutos perdió el contro.