La noticia de la mudanza al exterior para la final de la Copa Libertadores fue un auténtico golpe duro en el corazón de los hinchas de River que invirtieron muchísimo tiempo y dinero en asegurarse un lugar en el estadio Monumental. Con el argumento de que no están dadas las condiciones de seguridad para jugar en la Argentina, la Confederación Sudamericana de Fútbol decidió trasladar de país el encuentro.

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Sin embargo, no tuvo el mismo criterio de seguridad ni deportivo al permitir que la Bombonera albergara el compromiso de ida, pese a que el 14 de mayo de 2015 ese escenario protagonizó uno de los mayores papelones de la historia del deporte al ser lugar de un ataque con gas pimienta, entre otras agresiones como la utilización sistemática de proyectiles y un peligroso contacto, alambrado de por medio, con César Zinelli, uno de los miembros del cuerpo técnico de River. Aun así, el eterno rival pudo recibir el partido y, nobleza obliga, sin incidentes, tal como podría hacerlo el club de Núñez luego de un mejor operativo.

Aclarado lo anterior, se juzga la puntería: mientras un grupo de imbéciles que en nada representa a River le arrojó piedrazos, botellazo y demás al plantel visitante, un hecho que lógicamente repudiamos desde La Página Millonaria, a Gonzalo Martínez también buscaron herirlo o al menos condicionarlo cuando quiso ejecutar un tiro de esquina en el 2-2. ¿Qué hubiera pasado si le acertaban? Sí le acertaron un piedrazo al ómnibus de River cuando se alejó de la cancha de Boca, lejos de las inmediaciones. Una ventana rota y ningún reclamo del Millonario.

Lo cierto es que el triste episodio del sábado pasado fue distinto al del año 2015. Para empezar sucedió fuera del estadio Monumental, donde ningún dron iba a ser utilizado por los hinchas, como sí estuvo planificado por la otra vereda, gozando de la complicidad del operativo policial. Y justamente si del operativo se trata, la lamentable agresión de esta vez fue a más de 500 metros del acceso visitante al punto de que todo empezó poco antes de que el vehículo ingresara al anillo de seguridad. ¿River tuvo culpa en algo ajeno a su alcance? ¿No era responsabilidad de la seguridad de la ciudad? Y, ya que estamos, ¿la responsabilidad mayor no era del Estado, cuyo presidente quería 4.000 hinchas visitantes y no fue capaz de ofrecer garantías? La Conmebol habló de “igualdad de condiciones” en lo deportivo, pero evidentemente no supo entender que eso implica que ambos equipos sean locales y con su público.