Parece mentira que hace nada más que 20 meses estábamos todos con los ojos llorosos escuchando la despedida que nunca hubiéramos querido escuchar en el SUM del Estadio Monumental, y que hoy nos encontremos en el medio de la nave de un 2024 que ha sido de muchas angustias futbolísticas con la certeza de saber que en ese mismo lugar volverá a agarrar el micrófono el gran líder espiritual de la historia moderna de River para anunciar un nuevo regreso a casa.

Como si las señales del destino también fueran una caricia al alma, tu presentación oficial como DT de manera tan hermosa como caprichosa se dio un 5 de agosto, exactamente 9 años después de haber levantado tu primera Libertadores como técnico, sumado a que el día que River despidió de común acuerdo a Demichelis se cumplía justo una década de tu debut como entrenador en el club, allá por mediados del 2014. Como si toda esta nueva historia ya comenzara a cerrar perfecto desde un comienzo.

Marcelo Gallardo en sí mismo es una revolución, un golpe de efecto que implosiona para bien en cada rincón del mundo riverplatense, y en consecuencia explota para mal en los estados de ánimo del resto de los equipos, uno de ellos en especial. Renueva plenamente las energías, y a las pocas horas del anuncio de su vuelta a River y sin haber firmado todavía ya se ven los poderes de su oficio con, entre otras cosas, la confirmación del regreso de un Germán Pezzella que parecía que no llegaría.

Es que de eso se trata. De volver a entender en nuestras almas que a partir de hoy River no tiene simplemente un director técnico, sino además una cabeza que no para de trabajar en cada detalle ligado al club para minimizar a pleno los márgenes de error. Un gestor absoluto de cada una de las patas y de las áreas que hacen a un todo para que la maquinaria funcione lo más cercano posible a la perfección que él tanto persigue día a día.

Porque Marcelo Daniel Gallardo es mucho más que un hombre que está bañado de gloria eterna por el brillo de sus títulos. Porque significa también ese tipo que le cambia el ánimo diario a tantos que la vienen pasando mal en la vida por otras cuestiones lejanas al fútbol aunque River no gane, ya que encuentran en él el mejor consuelo o la fuente de inyección para seguir adelante, o simplemente una excusa valedera para sonreír genuinamente. Porque con su manera de dirigir y de expresarse todo tendrá otra vez una magia especial en el ambiente

Y nadie mejor que el padre de la criatura para volver a gestar un nuevo gran embrión futbolístico a partir de hoy mismo. Vamos por otra historia hermosísima, Muñeco. Con tu estilo. Con tu impronta. Y con tu sentido de pertenencia hacia el club que tanto amamos, del cual nunca te pudiste despegar más de 4 años y donde pasaste exactamente la mitad de tu vida formando parte desde algún costado.

Y sí, a los que dicen que el amor es difícil de expresar hay que invitarlos a que conozcan la simbiosis que existe entre vos y nosotros, entre vos y la camiseta, entre vos y cada rincón del club más hermoso del planeta. Gracias por volver, y por enseñarnos a creer.