Un River con dos caras. El del primer tiempo, que fue dueño del trámite del partido y muy contundente, y el del segundo, todo lo opuesto, que se mostró desdibujado y muy liviano. Pará ganar la Copa Libertadores tenés que jugar bien, pero además hay que ser inteligente y mostrar carácter. En ambos ítems hay jugadores que todavía están muy en deuda, que no dan la talla y eso termina siendo decisivo en los partidos importantes y calientes como los de la Libertadores.

Es cierto que River tuvo que sufrir un arbitraje escandaloso. Localista por donde se la mire, que acomodó sus fallos y decisiones sin comprometerse ni cumplir el objetivo de hacer justicia. Debió expulsar a dos jugadores de Nacional sin ninguna discusión o interpretación posible. Una tarjeta roja por una plancha criminal sobre Rodrigo Aliendro y otra expulsión por la trompada clara y cobarde que recibió Paulo Díaz. El brasileño decidió no ver nada. Hacerse el tonto aún con el VAR llamándolo para que vea la violenta infracción y la agresión. Era 2 a 0 y 11 contra nueve a favor de River. Sin embargo le permitió al local mantener su equipo completo en el campo de juego. Un verdadero papelón.

Después de ese episodio cambió el partido. ¿Responsabilidad del árbitro? Sí. ¿Falencias de River? También. A partir de ese instante al equipo se lo llevaron puesto. Corriendo, metiendo y empujando Nacional lo pasó por arriba. Fue otramuestra más de la debilidad emocional de estos jugadores ante circunstancias adversas.

Al igual que en el Superclásico de Córdoba, el equipo falló en lo anímico. No ofreció oposición ni tuvo resistencia. En apenas cinco minutos le empataron un 2-0. Una ventaja que parecía sólida desapareció en un abrir y cerrar de ojos por la falta de carácter y al cometer, una vez mas, errores ingenuos. Enzo Díaz, que nunca tapa un centro con sus pies, esta vez decidió hacerlo con las manos dentro del área. Penal para Nacional y 2 a 1. Franco Armani, que pudo haber tomado la pelota con sus manos, opta por el puñetazo y deja un despeje corto a los pies de un rival para que la pelota vuelva al área con la defensa desordenada. Empate uruguayo. 2 a 2. Errores insólitos que aparecen partido tras partido y se pagan caro. Muy caro.

River suele ser generoso con sus rivales. Son reiteradas las oportunidades en las que les permite anotar uno o dos goles. Lo suele maquillar haciendo más goles en el arco contrario pero casi nunca logra mantener su arco en cero. No sabe sufrir los momentos adversos de un partido. Nunca sale bien parado de ese sufrimiento. Siempre termina lastimado. Y eso para un equipo con pretensiones es muy grave.

Si son lectores frecuentes de estas columnas se habrán aburrido de leer que por los laterales River da ventaja y que en mitad de cancha no tiene presencia ni corte. Nunca domina esa zona. Por eso me pareció lógico el ingreso de Sebastián Boselli para poblar mejor el sector donde River puede defender los resultados: su propia área. Nacional era solo centros y pelotazos al área. Puso en cancha tres número 9. Tenía altura y era su única manera de lastimar. El problema no fue la línea de 5. El inconveniente acá es siempre el mismo: la mitad de cancha es zona libre de tránsito para los rivales. Se sienten cómodos. River marca de lejos. No presiona. Son acciones individuales sin un bloque defensivo que respalde con movimientos colectivos. El mediocampo no se caracteriza por recuperar la pelota. Falta presencia. Hacerse notar. Copar ese sector con autoridad y no depender siempre de que Paulo Díaz termine siendo el salvador dentro del área.

River se fue con las manos casi vacías de Uruguay. Foto: Getty.

Tampoco hubo tenencia ni juego y eso es aún más delicado. Cuando la pelota quemaba en el segundo tiempo nadie la agarraba. Todos se la sacaban de encima. No hubo cuatro o cinco pases seguidos ni siquiera para mover la pelota y conseguir alguna falta. El rival estaba acelerado y lleno de amarillas. Ninguno intentó sacar provecho de eso. Decisiones apuradas, toques imprecisos, sin concepto ni sentido, sacándose el problema y viendo cómo el compañero que recibía la pelota lo hacia forzado, incómodo y en inferioridad numérica. A River le faltó oficio e inteligencia. Características salientes y necesarias para cualquier equipo con aspiraciones internacionales.

Esto es más de los jugadores que del técnico. Los que tienen que resolver y manejar los tiempos de un partido son los futbolistas dentro de la cancha. El DT debe leer correctamente el trámite desde afuera, darse cuenta de lo que pide el partido para ayudar con los cambios, pero no puede entrar al campo de juego a que le cometan una falta o agarrar la pelota y llevársela lejos de su arco para enfriar un trámite caliente. Los futbolistas están en deuda en un aspecto que no se puede fallar: el anímico. Le pasó con Boca y ahora con Nacional. No hubo muestra de carácter ni personalidad acorde a un momento caliente. Faltan líderes en River. Habrá que saber buscarlos y encontrarlos en este mercado de pases.

Faltan líderes en este River (Foto: Getty).


A Martín Demichelis no le entraron bien los cambios y daba la sensación de que Facundo Colidio no era el hombre a sacar. Ni Pablo Solari ni Esequiel Barco pudieron generar esa sensación de peligro que había dado el ex jugador de Tigre cuando estuvo en cancha. Así y todo pudo convertir el tercer gol y ganarlo sobre el final con algunas situaciones que no supo definir de la mejor manera. No lo logró y terminó abrazado a un empate que no es un mal resultado al jugarse en territorio uruguayo, pero que deja un sabor amargo teniendo en cuenta la ventaja de dos goles y la imagen del equipo en el complemento.

River suma 10 de 12 en la tabla del Grupo H. Ya se sacó de encima todos los compromisos de visitante. No peligra su clasificación. Le quedan dos partidos de local para sumar los seis puntos en juego y así llegar a las 16 unidades que le permitan terminar como el mejor primero. Definir en casa será muy importante en esta Copa. El Monumental asusta a los rivales y el equipo da más garantías de local que de visitante.

Esto será un factor clave y determinante en los mano a mano de Octavos en adelante. Al que habrá que ayudar de visitante. ¿Cómo? Con personalidad e inteligencia. Siendo un equipo duro y con el oficio necesario para manejar los partidos desde el juego y desde lo emocional. Que pueda superar arbitrajes vergonzosos, como este de Daronco, sin perder las formas. Que la injusticia lo agrande y no lo achique. Que se vea en la cancha un equipo con la autoridad acorde a la grandeza que este club representa en toda América. Tener mentalidad ganadora. La Copa exige todo eso. Sera misión de este plantel demostrar de qué está hecho.