Liviano. Esa es la palabra que describe a River en la derrota por 3-2 ante Boca. Un equipo apagado. Sin actitud ganadora. Sin parecerse en nada a lo que veníamos viendo del Millonario en esta clase de partidos en el último tiempo. Lo pierde River. No sólo por ese aspecto clave que siempre hay que tener para enfrentar a Boca. También lo perdió desdé el juego. Nunca el equipo se sintió cómodo en el superclásico. Jamás pudo imponerse. Ni siquiera consiguiendo el gol rápido que le permitió una ventaja inicial en el resultado para empezar a manejar el partido a su manera y estilo. Nada de eso pasó.
River empezó a perder la pelota, le permitió a Boca adueñarse de ella y crecer. De a poco, sin ser vapuleado pero se notaba, ya se veía, a un equipo que no lograba ponerle un freno a su rival. Boca dominaba el trámite de partido ante una insólita pasividad de River. Miraba. Corría detrás de la pelota sin llegar nunca. No había juego ni lucha. No se ganaba ninguna pelota dividida. Faltó espíritu, orgullo. Esta vez no hubo problema de formación ni sistema como muchas veces señalamos en el pasado reciente. No.
Esta vez jugaron los que tenían que jugar. El equipo lógico en el que todos coincidíamos. El problema fue el nivel de los interpretes. Futbolistas caminando. De recorridos lentos y cortos. Como si fuera un amistoso. Imperdonable jugar un Superclásico de esa manera. Es cierto que Miguel Borja no estaba en su plenitud física, pero eso no puede ser motivo para jugar parado.
Miguel Borja: gol y falta de plenitud física
El colombiano es determinante para River. Adentro del área es el mejor. Sus goles suelen ser solución y salvación. Pero no se puede en este fútbol jugar sin moverse. Y no fue problema de carácter porque la verdad es que no le quedó jugador de Boca con quien pelear o discutir. Pero no alcanza con eso. Fue marca fácil para los centrales rivales y eso atentó contra las posibilidades de River.
Nacho Fernández, en deuda
Otra vez nos tocó ver una floja versión de Nacho Fernández. De buen nivel en el último tiempo, no pudo tener un clásico a la altura de lo que él significa y representa. Parecía tener una marcha menos desde lo físico y en lo futbolístico erraba más de lo que acertaba. Demichelis termino sacándolo en el ST.
No tengo dudas de que Rodrigo Villagra es un gran volante y que la va a romper toda en River. Pero por ahora no logra ser ese jugador todo terreno de Talleres. Aún le falta adaptación y rodaje para ser el 5 de River. A veces no se nota su presencia. Pasar desapercibido frente a Boca jugando en esa posición es un punto negativo. Es cierto que le toca reemplazar a un jugador que en estos partidos siempre era figura. Sería injusto pedirle que en tres meses ya sea Enzo Pérez.
Más que injusto, hasta suena a algo imposible. Pero el 5 de River tiene que ser determinante y por ahora le está costando. Esto genera también que River defensivamente sea un equipo frágil. Le hacen goles todos los partidos. Esa fragilidad se suele maquillar por el poder de su ataque que habitualmente hace más goles que sus rivales.
Paulo Díaz contra el mundo
Atrás es Paulo Díaz y poco más. Los laterales dan ventajas. Advíncula lo desbordó a Enzo Díaz cada vez que se lo propuso. El mismo gol del Monumental ocurrió en Córdoba, pero por el otro sector. Lo de Andrés Herrera sigue siendo flojo, va para adelante porque físicamente le da pero no termina bien las jugadas y después comete errores ingenuos como en el segundo gol de Boca. Y algo parecido le pasó a González Pírez en un cierre impreciso que genera el inicio de lo que terminó siendo el tercer gol y el final del partido. Y esa fue la sensación en la cancha.
Aún faltando muchos minutos para el final del partido, parecía imposible para este equipo levantar un 1-3 en ese contexto. Hubo una reacción, pero se dio cuando la historia ya estaba escrita. El gol de Paulo Díaz fue producto de ese empuje final que le permitió a River descontar, pero nunca meterse en partido. Quizás, si la actitud de esos últimos 10 minutos hubiese sido la de todo el encuentro, posiblemente estaríamos hablando de otra cosa. No fue así. Fue solo ese ratito y nada más. Muy poco para un Superclásico donde, salvo el chileno, un poco de Rodrigo Aliendro y algunos arranques de Claudio Echeverri (a quien le siguen costando mucho físicamente los partidos), todos los demás quedaron en deuda.
Así no se juegan los Superclásicos
Quedar en deuda en un River-Boca es bravo. Son los partidos donde siempre hay que dar la cara, estar a la altura de la gente que llena cualquier estadio y empuja los 90 minutos desde afuera. El hincha de River jamás pierde estos partidos en las tribunas. Por eso la deuda es más grande. Porque River decepcionó en todo aspecto. Y si bien se puede fallar en lo futbolístico, ante el clásico rival jamás debe fallarse en lo anímico. Eso molesta más que cualquier otra cosa. Por eso la responsabilidad de esta derrota es toda de los jugadores.
¿Demichelis es culpable de la derrota?
Hay poco motivos hoy para señalar con el dedo al entrenador. El equipo estuvo bien armado, los cambios fueron los que pedía el trámite. Quizás le falto un grito a tiempo o algún llamado de atención enérgico para despertar a sus jugadores desde afuera o en el vestuario. Pero no parece haber sido el problema ni el motivo de la derrota. Tampoco el “filoso” ojo de un VAR que le pareció que no entró una pelota que muchos, árbitro y línea incluidos, vieron adentro.
No se si fue gol o no. Solo digo que si el árbitro y el línea lo convalidaron es muy raro que el VAR lo anule sin tener una sola imagen que muestre con certeza si la pelota entra o no.
Volviendo al resultado final, soy de los que piensan que esta vez es toda de los jugadores que perdieron el partido que nunca hay que perder y quedaron eliminados de la definición del fútbol argentino. Dolorosa y pronta eliminación para River que siempre debe pretender ser campeón. La Copa de la Liga ya es historia. Ahora hay que ganar en Paraguay y enfocarse rápidamente en la otra Copa. En la importante. En la Libertadores.