Gracias a una victoria contundente por 3-1 sobre Chapecoense, River quedó bien parado para la revancha en Brasil y se ilusiona con crecer de ahora en adelante en vistas al Mundial de Clubes. Sánchez, cuya permanencia resulta una incógnita luego de diciembre, fue clave.

La máquina viajó en el tiempo en este 21 de octubre. Sin el rendimiento futbolístico brillante que hubo varias décadas atrás e incluso en los ’90, River recuperó hace más de un año su mentalidad 100% ganadora, reconocida mundialmente como a nivel cineasta lo es Volver al Futuro. Pese al bajón de las últimas semanas, sigue siendo fortísimo a la hora de encarar los mano a mano internacionales. Es que el Monumental parece un terreno inexpugnable y, más allá del gol recibido, la diferencia para la vuelta es sumamente bienvenida.

Los 20 minutos iniciales del Millonario fueron muy buenos. Protagonista, lógicamente, se mostró intenso. No le costó asentarse en el campo visitante, consiguió varios tiros de esquina y llegó a la apertura del marcador por decantación. Una proyección excelente de Milton Casco, que anticipó en defensa, culminó con un centro de zurda para que Carlos Sánchez, con el perfil invertido, resolviera. Stop. ¿Qué será de la vida del uruguayo en enero? Todos los hinchas quieren saberlo, momento ideal para pedirle prestado el Delorean al profesor Brown.

Lo cierto es que River tenía todo controlado y la ventaja se presentaba como un aliado inmejorable. La banda izquierda era zona frecuentada con varias sociedades. Sin embargo, un descuido costó extremadamente caro. Eder Álvarez Balanta -ya había calculado mal antes- salió lejos, Casco sufrió su baja estatura en un salto, Jonatan Maidana cruzó mal y Marcelo Barovero tampoco achicó a tiempo para evitar que Maranhao señalara el 1-1. Baldazo de agua helada, tan inesperado como duro para un River que hizo del cero en casa una marca registrada en series internacionales.

Pero quedaba mucho por delante. El segundo tiempo comenzó cerrado, con pocos espacios para lastimar hasta que Sebastián Driussi recibió una infracción y Leonardo Pisculichi, en sequía durante este 2015, llegó desde el pasado con la mejor versión de su pegada para romper la barrera del tiempo a través de un tiro libre perfecto que dejó incrédulo a Danilo, como si hubiera visto vaya uno a saber qué. Golazo y rol estrella, cual Martin Mc Fly, para Piscu, ovacionado al salir. Merecido y reconfortante de cara a un futuro que nadie sabe si lo tendrá o no en Núñez.

La entrada de Tabaré Viudez asentó a River nuevamente como protagonista. El Más Grande ejerció un dominio absoluto a partir del 2-1. El uruguayo inquietó a la endeble defensa de Chapecoense -imposible no entusiasmarse con al menos un gol en Brasil- y su perseverancia, en todo el sentido de la palabra, tuvo éxito. Es que un remate suyo provocó rebote del arquero, buscó el balón, peleó y logró que derivara en Driussi para que asistiera a Sánchez, de aparición en zona de goleador. La cuarta conquista estuvo cerca. Hubiera sentenciado la serie. No se dio. Aunque dos tantos parecen buena diferencia, ¿no les gustaría tener el auto del profesor Brown para viajar al futuro y saber qué pasará? Y a Japón, obvio.

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