Además de la historia sagrada y de los logros históricos de River Plate, otro orgullo con el que contamos es la pasión de nuestros hinchas que trasciende fronteras y conquistó al mundo entero. Es hora de enterrar aquellos cantos arcaicos y xenófobos que lo único que hacen es insultarnos a nosotros mismos. River es mundial, disfrutemos de eso.

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El que este libre de pecado que tire la primera piedra. Puedo apostar que la gran mayoría de hinchas de River, me incluyo, alguna vez cantó estas canciones que utilizan gentilicios como agravio, algo que carece de sentido por donde se lo mire. De la misma manera que un ser humano madura, también lo hace la sociedad en su conjunto.

Hoy, estas melodías quedaron guardadas en los pasos de la evolución típica de la humanidad, como puede serlo la época donde no existía el divorcio o el matrimonio igualitario era algo impensando. El Monumental de a poco fue desterrando de manera natural estas canciones ofensivas hacia nuestros hermanos latinoamericanos. Por eso, uno pudo levantar la frente cuando más de 55 mil personas taparon con su “Soy de River” al pequeño grupo que desempolvó las desafortunadas estrofas el domingo pasado frente a Banfield.

Abandonar, resignarse a pelear un resultado hasta el último minuto, no apoyar al equipo en las malas, irse antes del final, tirar gas pimienta para no ser humillado deportivamente una vez más, esos sí son agravios, vergüenzas con fundamentos que los de enfrente jamás podrán defender. Entonces, ¿Existiendo tantas razones válidas para ser distintos a ellos, por qué caemos en la estupidez irracional de utilizar una nacionalidad como insulto? Ya lo cantan unos pocos, estamos a un paso de que todos cantemos por River y nada más. Fuimos y somos El Más Grande, sigámoslo siendo todos juntos.

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