Se fue, sí. Mirá como no lo nombro y lo despersonalizo (?) ¿Estoy enojada? No. ¿Se podrían haber hecho las cosas de un modo más prolijo? Sí. Todo está en los detalles, quizás para la próxima. Lo último que voy a decir sobre el tema es, citando a mi amigo Andrés, ‘buena suerte y hasta luego’.

‘¿Y ahora?’, es una pregunta que la escucho hasta cuando duermo. ¿Y ahora qué? Ahora nada. Ahora a seguir, como siempre. A mirar para adelante, a reinventarse. Sobre la marcha sí, y por supuesto que no se puede ignorar que esto sucede en un momento clave para River en plena Copa Libertadores, pero a ponerle el pecho y a seguir. Tenemos un gran capitán.

Resiliencia: se define como la capacidad de los seres humanos para adaptarse positivamente a situaciones adversas. Y River la tiene. Gallardo lo demostró el año pasado cuando las bajas en el club eran en cantidad.

Pero no voy a poner todo el peso que conlleva esa responsabilidad en la espalda de un tipo solo. La fe y la esperanza en Gallardo la tenemos todos, eso está claro. Al tipo le sobra cabeza, no lo tengo que decir, ya está demostrado.

Aun así, River está antes que Alario, antes que cualquier jugador, y también antes que Gallardo.

River está antes que todos ellos en un sentido cronológico, y también está por encima de todos, en un sentido emocional. Porque esté quien esté, se vaya quien se vaya y venga quien venga, River me importa siempre igual.

¿Cuántos jugadores pasaron por el club?, ¿cuántos se ganaron nuestro corazón y cuántos tuvimos que ver partir? Es la vida misma, amigos. Los vínculos se terminan, no así la pasión.

Y River es más que todo. Más que un jugador, más que un técnico, un presidente. River somos nosotros, y también eso abstracto, intangible, que no se puede explicar del todo.

River es ese sentido de pertenencia que se generó en nosotros una única primera vez y no se fue nunca más.

Si bien necesitamos de un plantel que represente lo que sentimos por esta casa en un terreno de juego, la ida de un jugador no mueve las bases. No importa quién sea, el sentimiento se mantiene intacto.

Podríamos decir que es casi como un contrato de alquiler. Pasan por acá, les rentamos el lugar, se quedan lo que necesitan, no rompen nada y después se van. La casa queda. Hay que pintarla un poco, arreglar apenas las paredes y otra vez como nueva. Lista para que pase el siguiente.

Yo quiero lo mejor para mi club, y lo mejor implica que haya cambios y movimientos constantemente. Bienvenidos sean. Pasan todos, River queda.

Las rupturas son difíciles, sobre todo si el vínculo era lo suficientemente sólido y generaba cosas buenas de ambos lados. Pero no importa, no se puede retener a nadie que no se quiera quedar. No podemos obligar a nadie, todos somos libres de elección.

Lo más importante de todo es que cuando se vayan no quedemos desarmados, que la estructura no se modifique, que podamos seguir pensando y deseando lo mejor para el club. Porque primero River, después también.

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