“La cabeza está en Japón” era una frase que marcaba tendencia en el mundo River hace un año y monedas, cuando arrancó esta racha negativa de resultados locales. Ya pasaron 11 meses de la final contra el Barcelona, y sin embargo hoy la situación se parece mucho a la de aquellas épocas. Durante la primera parte del año se jugó ese ridículo mini-torneo, donde arrancamos mal y luego priorizamos la Libertadores. Apostamos por equipos llenos de suplentes y faltos de conocimiento, e inventamos puestos por la falta de recambio en el plantel. Nos cansamos de regalar puntos insólitos, tanto en nuestro glorioso templo como afuera del mismo.

Y ahora, a solamente 10 fechas de iniciar un nuevo campeonato, la situación es casi la misma, porque estamos más cerca de la mitad de tabla que de los de arriba. Es decir, durante todo el camino posterior a la gloria máxima hubo un denominador común: la falta de funcionamiento en conjunción con la pobre cosecha de resultados. Gallardo fue el máximo exponente de todos los logros gloriosos del último tiempo, pero también es el número uno de la lista de responsables del rendimiento actual.

El partido contra Newell’s debe ser el que marque el quiebre para un cambio de dibujo necesario hace rato que proteja más a los intérpretes. Porque en Rosario podían pasar 80 horas y todos sabíamos que no había manera que pateemos al arco. Porque Batalla cada semana es más figura. Porque Mina toca más la pelota que los del medio y los de arriba. Porque D’Alessandro en ese lugar queda desconectado de todo. Porque el mediocampo cada semana queda más regalado y expone a que el sistema defensivo sea lamentable. Porque Alario queda en otra sintonía con el resto. Porque el equipo camina por una pendiente donde cada vez queda más partido y perdido.

Los números son desgarradores. Luego de salir campeones de América jugamos 37 partidos por torneos locales, de los cuales ganamos 11, empatamos 13 y perdimos 13. El resultado es de 47 puntos sobre 111, un 42% de eficacia. En ese período tampoco se ganaron superclásicos a nivel nacional, e incluso ninguna de esas victorias fue de visitante contra un rival pesado. Realmente triste y preocupante el panorama de los últimos 15 meses. Valoraremos toda la vida la histórica cosecha internacional, pero River no puede permitirse ni siquiera aspirar a pelear las últimas fechas de los campeonatos.

Afortunadamente la clasificación a la próxima Libertadores se define en partidos mano a mano, porque hoy no ofrecemos ninguna garantía para poder pelear algo en un sistema de todos contra todos. Lo único que nos brinda cierta esperanza es que hemos estado a la altura en las instancias supremas. Es como que cambiamos nuestro chip en la concentración y nos convertimos en un equipo más serio y difícil de ser vulnerado.

Es cierto que hubo lesiones y suspensiones, pero ya se acabaron las excusas. Quizás por este camino engorroso logremos ganar la copa Argentina y el clásico, ojalá todo eso suceda, pero hay que atacar rápido el problema de raíz para que volvamos a ser un equipo confiable y con identidad. Estamos a tiempo de reaccionar para no volver a regalar a mitad de camino un tercer torneo seguido. Dale, Muñeco. Despertá a tu majestuoso instinto cerebral. Encontrale la vuelta al equipo. Sacanos del letargo de una vez por todas. Quiero brindar a fin de año con la foto de tu cara más sonriente, y que los ojos del mellizo Guillermo derramen lágrimas desconsoladamente en un rincón lejano a tus espaldas.

+ CAMBIEMOS: Se necesita hacer borrón y cuenta nueva.

+ UNA DE CAL Y UNA DE ARENA: En la vuelta al trabajo.

+ FOTOS: Las imágenes del partido.