Primero que nada me voy a presentar. Soy María Agustina, nací en La Plata, tengo 28 años y soy hincha de River. No me conocés, difícilmente alguna vez sepas quién soy, pero me hiciste pasar la mejor semana de mi vida en Mendoza.
Sé que el partido son sólo noventa minutos, pero fui feliz también los días previos y ni hablar los días después. Soy feliz hoy, en mi ultimo día en la Capital de esta provincia hermosa que supo hacerme sentir como en casa y también de local.
Pero la felicidad es efímera y además de eso yo soy muy ansiosa, así que mi cabeza ya empieza a pensar en más adelante. A mí, como a tantos hinchas de River, ya nada nos alcanza. Y esto es culpa tuya, Marcelo. Nos acostumbraste a eso, nos hiciste estar en una constante meseta de felicidad y festejos una y otra vez que ahora ya todo queda chico. Perder significa estar horas y horas buscándole una explicación al partido, a los jugadores, a los cambios. A vos.
Perder, después de haber ganado tanto, es vivir en una constante confusión. Algunos se exceden y cuando el equipo tiene una mala racha piden tu cabeza, y el periodismo instala opiniones de personas a las que nunca leí pidiendo lo mismo. Y entonces el circo crece y se arma todo el show: desde hace unas semanas se le fueron agregando de a poco más malabaristas, acróbatas y payasos -siempre hay muchos payasos- para crear el escenario ideal, para hacer este miércoles el acto final, el cierre. Estaban esperando poner el broche de oro para poder al fin sentenciar tu caída. Tu fin. Ya me imaginaba leyendo ‘El fin de la era Gallardo’, ‘No pudo Napoleón’, ‘¿Se va?’, ‘La peor crisis de River’.
Pero diste vuelta todo, jugaste con la cabeza de todos ellos que veían (con ganas) un panorama difícil, un River complicado. Jugaste con la ilusión de todos ellos que estaban deseosos de verte perder, que tenían infinitas columnas de opinión preparadas para sacar toda la mugre interior, para ya dejar de poner en duda si deberías quedarte o irte, y pasar a decidir que tu salida ahora era una obligación.
Les hiciste creer que River estaba devastado, que ya no tenía ni la más mínima chance de poder ganar esta final como sí lo hacía antes. Incluso lo creyeron algunos hinchas también. Quizás deba reconocer que hasta me lo creí yo, que llegué a Mendoza el lunes con un hilo de esperanza casi invisible, pero vine igual.
Y vine porque confié en vos, porque en el fondo algo me decía que River no podía darse por vencido ni aún teniendo un presente tan malo. Vine porque amo a River jugando como sea, porque banco un proyecto como el tuyo que nos llevó a lo más alto después de tantos años. Y una idea no se abandona.
Vine porque creí que, al menos, iban a dar pelea, iban a dejar todo. Y lo hicieron. Nos engañaste a todos, Marcelo. Fuiste el maestro de un plan perfecto. Fuiste el cerebro de este equipo que les hizo creer a todos, y sobre todo a los de enfrente, que estaban muertos. Los dejaste confiarse, creérsela, los dejaste hablar y hablar a todos hasta el hartazgo, los hiciste sentir que ya habían ganado antes de jugar. Pero con River no.
River demostró una vez más que se hace enorme en la adversidad. Y vos, Marcelo, demostraste una vez más y como siempre estar a la altura de esto. Sos quien manda.
Algo dentro de mí me decía que había una nueva oportunidad de ser felices, y no me falló. Quiero de corazón a través de esta carta agradecerte por ser una vez más todo lo que quiero para el club de mi vida, por representar el amor por estos colores mejor que nadie. Quería agradecerte por aguantar, insistir, probar, fallar, reintentar, quedarte, luchar. Por no abandonar.
Las cosas pueden ponerse difíciles y vos lo sabés mejor que nadie, pero lo que yo sé, es que al final de todo siempre ganan los buenos.
Gracias para siempre. Agustina, una hincha de River más.
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