Cavenaghi, el último ídolo de La Banda, protagonizó un homenaje histórico en el Monumental, donde fue ovacionado por una multitud y se despidió de River con cuatro goles.
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El intento fue en vano. No hubo esfuerzo que alcanzara. Las lágrimas dejaron expuesto el nudo en la garganta. Era inevitable, pero necesario. Fernando Ezequiel Cavenaghi merecía nuestra emoción, nuestro llanto, nuestras palmas jugando a los autitos chocadores. Él se ganó cada ovación, cada elogio, cada peso que gastamos para venir a verlo en un Monumental repleto, con 62.000 hinchas de River para rendirle tributo al último ídolo, el goleador sensaciones, el chico que llegó desde O’Brien, provincia de Buenos Aires, para ser un símbolo de River, un delantero ganador, de jerarquía, aunque también un ser humano excepcional, dispuesto a romper dos contratos en el exterior para darle una mano al Más Grande en su crisis de mayor profundidad. Un elegido que cumplió el sueño de todos nosotros: sentir como hincha y defender el manto sagrado.
La noche fue inolvidable, de colección. El 6-4 del partido amistoso, informal, simplemente resultó una anécdota. Es tan grande el Torito que, pese a tener su fiesta, con el como protagonista excluyente, fue capaz de regalarle a los hinchas la presencia todos los ídolos riverplatenses mientras Angelito Labruna miraba desde el cielo. Marcelo Gallardo, Ariel Ortega y Enzo Francescoli acompañaron dentro del campo de juego, mientras que Ramón Díaz volvió a dirigir en Núñez, así como Norberto Alonso y Amadeo Carrizo dieron el presente siendo testigos de lujo. La fiesta riverplatense que prometió realmente fue un éxito, hasta en eso hay que agradecerle a Fernando, un hombre generoso, bonachón, dentro y fuera de la cancha.
Este 1° de julio quedará en el eterno recuerdo de todos. Emotivo, lleno de sensaciones difíciles de explicar porque el homenaje a Cavenaghi fue espectacular, con una organización eficiente en cuanto al show, a través de luces, papelitos y pirotecnia. La Subcomisión del Hincha, una vez más, estuvo a la altura de las circunstancias para diseñar un mosaico excelente: un corazón y el FC9 se dibujaron mediante letras rojas, con un fondo blanco, en la platea San Martín Alta. Cada simpatizante respetó las indicaciones al pie de la letra para que justamente el Monumental se rindiera a los pies de Fernando. Y hubo sorpresas, desde las palabras sentidas de los familiares del ídolo, reflejadas en la pantalla LED, hasta el cariño para Rodrigo Mora, ubicado en un palco.
Hay varias postales y momentos para atesorar sobre el Cavegol. Decenas de imágenes se nos vinieron a la cabeza: el gol por vía aérea en La Boca, el pase para que Eduardo Coudet gritara en territorio del eterno rival, aquella definición exquisita frente a Huracán, sus dos regresos a Núñez, los tantos para cada vuelta olímpica y sus lágrimas cuando nos devolvió al lugar del que jamás deberíamos habernos ido. Y como Figueroa Alcorta 7597 es su segunda casa (“yo de este club no pienso irme nunca más”), Fernando tuvo a su familia esta noche, acompañándolo. Las redes de los arcos también estuvieron decoradas para él, muchos detalles fueron pensados en torno a su figura.
Los hinchas, entre lágrimas y aplausos, manifestaron sus deseos: “A Cavenaghi nunca lo vamo’ a olvidar” y “el Cave es de River, de River no se va”. Duele, pero ya no volverá a pisar el césped como jugador, excepto otro homenaje -¿a Leonardo Ponzio tal vez?-, aunque existe la posibilidad de que en unos meses ocupe un rol dentro de la institución. Mientras tanto, lo extrañamos. Se nos vuelve a hacer un nudo en la garganta porque nunca más gritaremos uno de sus hermosos goles. Otra vez el intento es en vano, los ojos se nos mojan y nos queda decir una sola frase… ¡Gracias para siempre, Fernando, gracias por representarnos tan bien!
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+ CAVE: “Yo de este club no pienso irme nunca más”
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