Te transformaste en uno más de nuestra casa sin haberte criado en una cuna riverplatense. Hiciste un curso acelerado de sentido de pertenencia de este club y se lo contagiaste a cada uno de tus compañeros como si Núñez te hubiera arropado desde tu nacimiento. Y conseguir toda esa idolatría certificada viniendo desde afuera en un club como River es digno de los elegidos.


Hoy decís adiós en una cancha, pero sabemos que estarás ligado al club de por vida, y tatuado en la memoria de todos los que por tu culpa nos brotamos la piel de gallina en cada gran batalla con el manto sagrado. Con esa entrega innegociable, y con la certeza de saber que serás nuestro capitán eterno.


Describirte como el único soldado que estuvo presente en la totalidad del ciclo más exitoso de la historia alcanzaría para calificarte. Que un DT como Gallardo te exponga como su principal exponente sería más que suficiente para ponderarte, como jugador y como persona. Pero seríamos injustos si no reconocemos también que fuiste uno de los pocos que vino a poner la cara cuando estuvimos en el más profundo de los barros, y que el tiempo te premió de la manera más preciosa en ese instante en el que pusiste dos de los seis brazos que levantaron por primera vez la madre de todas las copas en Madrid.

 


No te frenó nada. Ni siquiera haber estado 200 días parado por una pandemia con 38 años y medio en el DNI. Fuiste ejemplo para decenas de pibes que estaban debutando y que no habían nacido cuando vos debutaste. Demostraste valores ligados al trabajo y la humildad que engrandecieron tu figura. Y encima te diste el lujo de retirarte en un escenario que superó cualquiera de tus mayores sueños, siendo el verdadero emblema dorado del equipo más grande del continente y convirtiéndote con tu último título en el máximo ganador de la historia de River, junto a un tal Ángel Labruna.

 

 


Gracias por tu legado y tu filosofía, que van mucho más allá de pelear una pelota dividida con el alma. Por tu liderazgo extremo dentro de la cancha, y sobretodo por tu actitud inmensa cuando no te tocó jugar. Por haberte convertido en referente indiscutido para todas las generaciones existentes de hinchas. Y por no negociar nunca ese corazón de león que latirá de manera contínua en los nuestros, donde ya tenés reservado un lugar especial con todas esas marcas eternas que nos dejaron tus garras. Hasta siempre, capitán.