Cuando Marcelo Gallardo se vaya de River, habrá que hacerle una estatua. No sólo por los títulos que ganó en estos tres años sino por algo bastante más importante: hizo de River un equipo copero. ¿Cómo lo consiguió? Vaya uno a saber. En la entrevista que le hice en Estados Unidos hace un par de meses me habló de “forjar una mentalidad”, de “una cuestión espiritual”. Fernando Cavenaghi me dijo que ganar la primera copa internacional ya te hace encarar las siguientes de otra manera, con otra prestancia, con menos nervios. Algo así como lo que le ocurre a la Selección Argentina o a Rosario Central, pero al revés. La mochila está cada vez menos pesada. Hay que agradecerle siempre eso al Muñeco y a sus jugadores, sobre todo a los de la primera gesta. ¿River juega bien? No. O al menos a mí no me parece que juegue bien. Creo que lo hace por espasmos. Un ratito sí, otro no. Un partido no, otro mejora. Pero la sensación de seguridad que da el equipo cada vez que se juega algo importante afuera del país siempre está. La sensación de que no se va a caer o que, cuanto menos, para ganarle van a tener que esforzarse mucho, es impagable. ¿Hay cosas para criticarle al entrenador? Claro que sí. Pero tampoco caerle como se le cayó en las últimas horas. Personalmente, creo que Gallardo es mejor entrenador que seleccionador, pero eso tampoco quiere decir que haya pifiado en todos los refuerzos que llegaron hasta el momento en un contexto, además, pobrísimo como para traer jugadores. Por poner un ejemplo: un tal Carlos Sánchez fue refuerzo de este entrenador, que lo repatrió como a Mora cuando, todos sabemos, irse de River a préstamo implica no volver nunca en el noventa y nueve por ciento de los casos. Alario, que más o menos anduvo bien, dicen. Hizo refuerzo a Funes Mori, ahora a Driussi, que está prendido fuego. A Batalla, que en la noche de Medellín, su debut absoluto por Copa Libertadores, volvió a demostrar que tiene una personalidad de adulto. También a Martínez Quarta. Falló en muchos otros, es cierto. En Colombia vi de a ratos algo que ilusiona: River, al fin, le encontró el reemplazante a Ariel Rojas: Ariel Rojas. Nacho Fernández se potencia con él, no queda tan abandonado en la creación como se notó ante Unión, Lanús y en varios de los amistosos que pudimos ver durante la pretemporada más larga de toda la historia. En ese dúo puede estar la llave para darle vuelo a una columna vertebral que, con Maidana, Ponzio y Alario nos garantiza un equipo de estirpe copera. Porque lo que le falta a este plantel son jugadores inteligentes, y Rojas y Fernández, Nochi y Nacho, lo son. Que no falten nunca. Esto recién empieza, claro, pero si se arma un equipo alrededor de ellos, creo que la cosa puede andar bien. Y si alguien les explica a los jugadores que el torneo local, en definitiva, es la fase previa a la Copa Libertadores de 2018, y que de hecho están jugando dos Copas Libertadores al mismo tiempo, mejor todavía. Ojalá este año nos tenga preparada alguna sorpresa más, acaso la última de este ciclo que marcó fuego un espíritu que, esperemos, no se vaya nunca. Para mantenerlo, River deberá, cuanto menos, jugar todas las competencias internacionales que pueda: a tenerlo en cuenta desde este martes, por favor. Que el legado de Gallardo no se archive en un museo.

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