Todos los jugadores que hacen las inferiores completas en River son tipos privilegiados. Entrenan casi todos los días durante muchos años de la niñez y la adolescencia en el paisaje más lindo del universo. Defienden permanentemente los colores del manto sagrado jugando al deporte más maravilloso del planeta. Se topan a cada rato con los máximos ídolos actuales y anteriores de nuestra historia. ¿Qué más se le puede pedir deportivamente a la vida durante la etapa de crecimiento? Nada. En sí cada uno de esos chicos ya triunfó, sólo por el hecho de pertenecer durante tanto tiempo al lugar en el que las decenas de millones de hinchas que somos en el mundo quisiéramos despertar cada mañana.
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Hay un pibe que nació en San Justo hace un poco más de 20 años. Y que, además de formar parte del selecto grupo de privilegiados que mencionaba anteriormente, recorrió desde adentro y de principio a fin el camino más glorioso a nivel internacional que tuvo el club en los últimos 30 años. Se bañó de copas y de gloria casi desde la cuna de su carrera profesional, y encima también tuvo la oportunidad de jugar en todas las Selecciones juveniles del país, inclusive metiendo goles decisivos con la celeste y blanca. Definitivamente estamos hablando de un elegido.
Pero durante buena parte del año pasado y la primera del actual, el pibe parecía más perdido que encontrado con su fútbol. Un poco porque solamente vive hace dos décadas. Otro poco porque había grandes jugadores por encima suyo. Otro poco porque tenía apariciones esporádicas con buenas o jugadas o goles, pero nunca podía cumplir buenos partidos enteros. Otro poco porque Gallardo lo ponía en varios puestos distintos, algo que le jugó bastante en contra. Y otro poco porque en muchos momentos le costó serenarse para tomar las mejores decisiones, inclusive cuando jugó de delantero que es donde mejor se siente.
Entonces parecía que aquel buen proyecto de jugador se había pinchado y que todo podía quedar en la nada, como pasó con tantos otros pares suyos. El muchacho se vio casi afuera de este paraíso llamado River, y asumo que ése fue el click que lo hizo recapacitar y darse cuenta que, si no reaccionaba, el tren se le iba quizás para nunca más volver. Arrancó la pretemporada, escuchó las siempre bendecidas palabras del Muñeco, logró ganarse su confianza para pedir que se quede en el equipo, y empezó a caminar firme. El pibe de la noche a la mañana acomodó algunas piezas en su cabeza y comenzó a creer en sí mismo.
En los 15 partidos oficiales del semestre hizo dos goles de cabeza, uno apilando varios rivales, uno de afuera del área, uno de zurda, uno de caño, uno con olfato de rebotero, y uno para abrir una final copera. Un repertorio tan sorprendente como encantador. Y a medida que fueron pasando las semanas, en cada participación con la pelota se lo ve con la confianza cada vez más por las nubes. Todas aquellas dudas e inseguridades parecen ir quedando atrás, pero dependerá de él no relajarse y seguir avanzando sin dar un nuevo paso en falso.
Se llama Sebastián Driussi. Hace tres meses tenía un pie y medio en otro club. Hoy es el goleador del campeonato argentino, es el futbolista de mejores rendimientos en River durante todo el semestre, y acaba de firmar una renovación de contrato con una cláusula de 15 millones de euros. Así de cambiante es el fútbol. Así de cambiante es la vida.
Tu lugar en el mundo desde que llegaste a los nueve años siempre fue el mejor lugar del mundo, pibe. Disfrutalo. No lo desaproveches. Seguí mentalizado. Demostrá que podés mantener el nivel a lo largo del tiempo, y que lo que vimos desde la Recopa hasta hoy va a ser una constante y no una excepción en tu carrera. Hacelo por los millones que quisiéramos estar en tu lugar y no pudimos, ni vamos a poder.
+ CONTRATO: Renovó el vínculo con La Banda.
+ RANKING: Todos los goles de Driussi en River.
+ FOTOS: Las imágenes de River-Estudiantes.