Resultado injusto el que sufrió River en casa frente a Talleres de Córdoba. Un 0-1 que no describe en absoluto el trámite y desarrollo de un partido que el equipo de Marcelo Gallardo mereció empatar y hasta me animo a decir que también ganar.
River lo pierde porque paga muy caro un error de Paulo Díaz en una salida desde el fondo que no aparentaba problemas. Fue un pase atrás de Marcos Acuña que el chileno controló largo y cuando intentó reaccionar se resbaló y eso le permitió a Federico Girotti irse solo hacia el arco de Franco Armani para revalidar esa ley del ex que suele cumplirse con tanta frecuencia. No es la primera vez que el defensor comete una acción similar a esta. Son varias en el repaso de su ciclo con esta camiseta y es algo para mejorar o replantearse si en verdad es solo un accidente futbolístico de los muchos que pueden pasar o si por momentos también hay algo de confiarse y sobrar la jugada. Paulo viene de hacer un Superclásico sobresaliente, pero también de recibir una expulsión tonta en el partido con Colo Colo. Nadie duda de su importancia o jerarquía, pero errores groseros como estos pueden poner en riesgo un resultado deportivo y eso no está bueno.
No solo el chileno estaba en otra sintonía, sino que todo el equipo pareció apagado en los primeros 45 minutos. Es lógico que la tensión vivida en los últimos tres encuentros pase factura mental y física. Lo que había en juego en La Bombonera y en La Libertadores era muy importante. Haberlo superado con éxito pudo generar una situación de desenchufe momentáneo. Hasta el propio Gallardo, quien siempre hace un culto al esfuerzo y el sacrificio, tomó la correcta decisión de darle dos días de descanso al plantel como algo necesario para recuperar tanto desgaste, especialmente psicológico.
Por eso esa sensación de desgaste colectivo durante la primera mitad hicieron que a River le costará meterse en partido. No funcionaba la mitad de cancha. Ni Matías Kranevitter, ni Santiago Simón, ni Ignacio Fernández ni Manuel Lanzini estuvieron en una actuación similar a los buenos rendimientos que venían teniendo en los últimos partidos. El equipo no recuperaba, ni tampoco jugaba. Le costaba interceptar la pelota cuando la tenían Rubén Botta y sus compañeros y no tenía llegadas. Cuando manejaba el balón no lograba lastimar con situaciones profundas ni claras en el arco rival.
Todo eso cambió rotundamente en el segundo tiempo. Vimos otro River. Otra energía. La charla del Muñeco en el entretiempo despertó a un equipo que venía de hacer un recital unplugged en los 45 iniciales para tener su versión más eléctrica en el complemento. River lo superó durante toda esa etapa a Talleres. Lo atacó por derecha, por adentro y por izquierda. Lo apretó. No lo dejó respirar. Jugó decididamente en campo contrario, recuperando de manera muy rápida y en un sector alto del campo de juego. Y por eso fue que empezaron a llegar las situaciones. Una de Lanzini, otra de Borja, aparecía Colidio, pisaba el área Fernández. River iba en busca del gol del empate. No lo pudo conseguir. Como si la pelota tuviera vida propia y capacidad de razonar, eligió durante la tarde/noche del Monumental no entrar en el arco de Talleres. Cuando no la sacaba el arquero, aparecía una pierna salvadora para tapar un disparo, o los remates pasaban cerquita del arco o directamente impactaban en un palo.
Lo cierto es que no entraba, ni iba a entrar. El DT metió buenos cambios, pero ni siquiera así el resultado final se lograría cambiar. Entraron frescos para renovar la energía del equipo tanto Franco Mastantuono, como Claudio Echeverri y Pablo Solari. River con ellos se hizo más rápido, ágil y profundo. Otro que ingresó bien fue Rodrigo Villagra. Importante para cortar y empujar al equipo en busca de un empate que lamentablemente para River nunca llegaría.
Se perdió el invicto de Gallardo desde su vuelta tras 10 partidos y se conoció la derrota en el Monumental por primera vez en este 2024. Una caída que pone en riesgo las aspiraciones en el campeonato, pero que no preocupa demasiado pensando en el futuro. Quedó una buena sensación por lo mostrado en el segundo tiempo. A veces pasan estas cosas y es difícil entender por qué no se empató un partido en donde se hizo todo lo necesario para eso. Es fútbol. El domingo River tuvo muchas situaciones de gol a favor y perdió. En otros partidos se cuestionó la escasa cantidad de llegadas al arco contrario pero se ganó. Fue una de esas noches en donde podés jugar todo el día que no la vas a meter.
Igualmente hubiese correspondido que el partido se extendiera un rato más y no lo terminen tan rápido. Se agregaron apenas seis minutos en un partido que tuvo 10 cambios y un montón de futbolistas de Talleres caídos en el piso, a veces por lesión y otras solo con la intención de demorar. La semana pasada en La Bombonera por mucho menos que esto se adicionaron siete. Era para agregar mínimo 10 minutos más. Se optó solo por seis y pareció un error. Igual no es llorar. Al contrario. Tenemos sonrisas para unos cuantos días más. Solo es un detalle más de una jornada donde nada salió como se pretendía.
Sí podemos decir y afirmar que otra vez vimos un enorme partido de Germán Pezzella. Increíble la serenidad que tiene en cada jugada, la presencia por abajo y por arriba. Cierra hacia los costados con la misma efectividad que cuando espera mano a mano en su sector al rival que lo enfrenta. Gana, quita, recupera y hasta juega. Siempre asegura el destino de la pelota y pasa al ataque con fuerza. A punto estuvo de empatar el partido. No se le dio pero igualmente se quedó con el rótulo de la gran figura de River en este partido. Su regreso es un pleno total. Mientras algunos les cuesta un período de adaptación su vuelta al fútbol argentino a él no le costó nada y ya se convirtió en el mejor defensor que actúa en nuestro país.
River ahora tendrá una semana larga, como le gusta al entrenador. Ideal para recuperar piernas y planificar el próximo partido que será Platense en Vicente López. Mientras tanto, ya sabe con quién y cuándo disputará las semifinales de Copa Libertadores. El duro Atlético Minerio será el rival al que superar para llegar a la tan ansiada final. El 22 de octubre en Belo Horizonte y una semana después, el 29, acá en Buenos Aires. La cabeza está puesta ahí. Es la alegría que todos queremos y merecemos. No es broma que la Copa Libertadores es una obsesión
¿Quién de todos ustedes no piensa al menos un ratito por día lo lindo que sería ganarla? Hacia allá va River. Con su dirigencia, su cuerpo técnico, los jugadores y su gente que otra vez reventó el Monumental y despidió con aplausos a un equipo que hizo todo para no perder este partido.