Lamentablemente River nos acostumbró a que la gran mayoría de los lunes del 2025 nos lleven al comienzo de una maldita rutina mental que dura toda la semana, con mezclas de angustia, impotencia y un vacío emocional indigno de un plantel tasado en cifras multimillonarias y del cuerpo técnico más glorioso de la historia del club. Es realmente increíble e indignante, así como la realidad más indisimulable del mundo y a esta altura intolerable para digerir.

+ En momentos difíciles, la pasión del hincha se mantiene intacta. Algunos buscan opciones de apuestas online para diversificar la emoción durante los noventa minutos.

La perdición es total, desde adentro hacia afuera y viceversa. El equipo se mete goles solo todo el tiempo de manera trágica e impropia de la seriedad que la camiseta demanda, y contra cualquier tipo de rival sin discriminación alguna. Con un Marcelo Gallardo en la cúspide total de las responsabilidades no solo por su cargo en sí sino por el grueso de sus decisiones y la incidencia que ellas conllevan dentro del campo. Con un 95% de futbolistas que no han evolucionado bajo su mando en este segundo ciclo en el club, y con una idea futbolística inexistente donde River se arrastra y se desangra semana a semana, donde solamente en un puñado de partidos se le pudo destacar una gran actitud pero poco y nada de fútbol.

Es que está mal si salís a jugar sin un cinco natural teniendo a uno en el banco como De La Cuesta, y ponés ahí en una doble función al goleador que hoy tiene el equipo y a un pibe que juega todos los fines de semana de enganche en la Reserva. Es que está pésimo si las principales armas de ataque contra un equipo limitadísimo y con nivel de segunda división terminan siendo remates de afuera del área de los marcadores centrales y hasta con la pierna inhábil. Es que huele horrendo que el pibe Jaime, de gran personalidad en su debut para pedir la pelota y encarar, termina jugando de falso lateral izquierdo y aislado de todo el mundo. Es que resulta inaceptable si salen los dos que más claridad habían mostrado como Acosta y Lencina, y se mantienen en cancha futbolistas por el nombre propio que no pudieron levantar un solo centro como la gente en 90 minutos como Nacho Fernández. Es que a esta altura ya no tiene nombre la apatía de Colidio o de Paulo Díaz, o las pocas herramientas que muestra Borja cada vez que entra, o que se busque que la solución para dar vuelta una historia la aporte Maximiliano Meza habiendo estado meses parado.

Por más crudo que suene, este River le falta el respeto al escudo y desafía ese límite todo el tiempo para superarlo. Durante los primeros 8 meses del año tuvo a un Armani 100% inspirado que lo salvó de volcar varias veces, pero en las últimas semanas ya eso no pasa porque entró en un altibajo lógico como lo puede tener cualquiera, y ahí quedás desnudo del todo.Y, pese a que el nivel del fútbol argentino en general es un espanto y está emparejado hacia abajo, con una mano en el corazón no merecemos jugar la Libertadores del año que viene y sería un castigo muy justo si eso sucede.

Por supuesto que ojalá que eso no pase y que podamos dar una o dos vueltas olímpicas antes de fin de año, pero en este contexto salir campeón realmente suena a una hazaña total más allá que la Copa Argentina ofrece un escenario de solamente dos partidos donde todo puede pasar porque es fútbol. Pero es triste que solamente nos podamos agarrar de esa razón ligada a los gajes del deporte para generarnos una especie de ilusión.

¿Qué pasa cuando escuchamos a Marcelo Gallardo?

Y últimamente escucharlo a Gallardo en las conferencias también se volvió tedioso para la paciencia del hincha tal como ocurre durante los 90 minutos. Porque si bien siempre se valorará su autocrítica y su diagnóstico de la gravedad de la situación, escupe palabras que a esta altura cuestan asimilarlas o pareciera que no convencen ni siquiera a su propio semblante. Lo que era su fuerte total a la hora de imponer inyección anímica favorable hoy se le está volviendo una bomba de tiempo, y todo ese poder de convencimiento está quedando de a poco en la nada tanto para el adentro como para el afuera.

Está claro que el Muñeco tiene la capacidad de sobra para intentar revertir este presente endemoniado y esta realidad tan adversa, pero él también sabe y es consciente que hoy sigue siendo el DT de River pura y exclusivamente por la merecida espalda gigante que trajo consigo desde Arabia luego de su primer paso glorioso e inolvidable desde todo punto de vista. Por supuesto que tribunas para adentro jamás se escuchará algún insulto o falta de respeto hacia el DT por todo lo que significa para la gente, pero sería pecar de ingenuos si por ejemplo no se toman esos ataques de ira hacia el grueso de los jugadores también como una crítica por elevación para él sin la necesidad de insultarlo directamente. Creo que hoy está en la cornisa más fina de su carrera como entrenador, y se lo nota perdido como pocas veces, o quizás como nunca antes.

Por estos caminos oscuros transita el laberinto intrincado que tiene River en su actualidad, donde cada protagonista navega por una perdición casi absoluta buscando una salida y un poco de aire. La zanahoria de la Copa Argentina ha rescatado más de una vez a Gallardo en momentos muy difíciles de turbulencia a lo largo del ciclo inicial, y ojalá en diciembre estemos hablando otra vez que haya sido el torneo que cuanto menos aporte una buena sonrisa para el hincha que lo merece como nadie, y para levantar las copas de fin de año con el entusiasmo de una vuelta olímpica y de un River que en el 2026 otra vez participe de la Libertadores como la historia manda. Sí, solo como la historia manda, porque el presente y los reales méritos para lograrlo dictan todo lo contrario.