Los 90 minutos en el Monumental frente a Palmeiras nos dejaron sensaciones encontradas en el mundo riverplatense, porque en un punto el grueso de la angustia y por el otro un leve dejo de esperanza terminaron ciertamente fusionados de cara a la vuelta. Desde lo estrictamente futbolístico y más allá de la reacción del equipo en el segundo tiempo el miércoles pasado, sería mentirnos a nosotros mismos si existe un optimismo sostenido y bien justificado en este aspecto puntual.

Es que no se puede negar el poderío de ellos respecto a su funcionamiento y su potencial, y allí River se vio disminuido a su rival mucho más allá de los errores puntuales en las marcas y las distracciones que derivaron en los goles del equipo brasilero. Pero el fútbol siempre esconde algunos aspectos en los que poder aferrarse para creer en una victoria que de mínima nos lleve a los penales en San Pablo.

Los cuatro puntos a estar atentos para sumar nuestras chances de clasificar

En primer lugar, es importante que los brasileños hayan dado la señal que pueden bajar la marcha como lo hicieron en el segundo tiempo. Es cierto que el envión positivo de River también colaboró a la causa, pero ellos demostraron un subibaja en cuanto a la presión y la atención. En algún momento van a ser propensos a bajar la guardia, y será allí cuando hay que estar alertas para acelerar y lastimar sin desesperarnos, porque cualquier error costará caro contra un equipo de tamaña jerarquía.

Y cuando las fuerzas futbolísticas parecen desiguales, es desde lo anímico y desde el contagio cuando se pueden emparejar las cosas. Un gol tempranero de River que cumpla el mismo rol que el que convirtieron ellos en Núñez puede ser la primera señal positiva como para animarse y sería un regalo del cielo para el comienzo de una gran ilusión con el correr de los 90 minutos. Porque ellos sentirían de lleno que, más allá de las diferencias que marcaron en nuestro terreno, el resultado ya estaría igualado y todo comenzaría realmente de cero y con el plus de un River empujado por esa confianza.

Pero si ese gol rápido no toca nuestras puertas llegará el momento de plantear el verdadero partido largo, donde será imperioso tener el objetivo de estar a tiro todo el tiempo dentro del juego. Mantener el resultado vivo entrando al segundo tiempo y generando dudas no solo en el equipo local sino en toda su gente en las tribunas. Que empiecen a contagiarles nerviosismo los simpatizantes locales de afuera hacia adentro y viceversa, y encontrar el momento para dar el golpe.

El tercer paso es hacerles sentir el rigor en cada jugada. Cada pelota dividida ganada tiene que ser una batalla física y mental favorable. Pero toda esa sangre caliente en el corazón también debe fusionarse con la sangre fría en la cabeza para cada decisión con pelota en los pies, y para mantener la frialdad necesaria dentro del área para definir las situaciones que podamos generar.

Y finalmente hablando mal y pronto es dejarnos de joder con las distracciones imperdonables. A ningún equipo serio que quiere ser protagonista se le puede escapar la marca en un tiro de esquina a los 5 minutos del mejor cabeceador del rival como pasó con Gustavo Gómez en el Monumental para que cabecee solo casi en el área chica. La concentración plena será el único camino que nos permitirá poder ilusionarnos seriamente en algún momento del partido.

Todos sabemos que necesitamos construir el partido perfecto para que se pueda dar el resultado que todos queremos. Y que, a pesar que las chances sean notoriamente pocas, en un deporte como el fútbol cualquier situación en un abrir y cerrar de ojos se puede volver favorable y para cambiar un trámite de la noche a la mañana. A eso nos aferramos. A que los futbolistas desde adentro no de una por perdida y que terminemos con los once en cancha; que el cuerpo técnico desde las decisiones tácticas y estratégicas encuentre lucidez plena; que los 2000 hinchas en las tribunas dejen la garganta fiel a nuestro estilo riverplatense; y que de una vez por todas aparezca ese partido bisagra que estamos esperando para volver a soñar en grande. Dejen la vida y el corazón.