El puesto del centrodelantero suele acaparar las mayores miradas e intereses en cada mercado de pases, porque nada es más sagrado y valioso en el fútbol que los goles y cuando de ellos se trata no hay lugar para las especulaciones ni para las medias tintas.
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Una de las mayores críticas que llevó consigo Martín Demichelis durante la segunda parte del 2023 fue no haber manejado de la mejor manera la excesiva cantidad de futbolistas con los que contaba el plantel. La abundancia lo llevó a cometer varios errores en la elección de un once ideal y también a la hora de los cambios, e inclusive el DT en varias de sus conferencias de prensa dejó bien en claro que su ideal es trabajar con bastantes menos profesionales que con los que contaba. Desde esta columna se comparte plenamente ese concepto del entrenador, pero cuando se trata del puesto del 9 hay que tomar otro tipo de consideraciones. Por eso parece más que correcto que River se esté moviendo sin cesar para incorporar otro centrodelantero de calidad.
Las justificaciones pasan por un lado porque este primer semestre 2024 estará cargadísimo de competencias y con una celeridad de partidos y de viajes que será desgastante en comparación al período reciente, teniendo en cuenta además el largo parate que habrá a mitad de año por la Copa América. Y por el otro, básicamente porque, ante cualquier resfrío de alguno de los que hay hoy, los recambios pasarán a ser pocos en un lugar de la cancha donde no se puede improvisar con reemplazos para tapar huecos como sí lo permiten la mayoría de las otras posiciones.
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Hay que tapar sí o sí el agujero en el plantel que dejó la salida de Rondón. Más allá que Miguel Borja se ganó su lugar a base de goles y de oportunismo, que Agustín Ruberto viene asomando muy fuerte y sumará merecidos minutos en el 2024, y que Facundo Colidio (si bien se siente más cómodo jugando con una referencia de área) mostró versatilidad y comodidad moviéndose entre los centrales en los últimos partidos del año pasado, es absolutamente necesario limitar los márgenes de error allí y nutrirse de otro futbolista de jerarquía que esté acostumbrado a mover las redes.
Poder repatriar a Rafael Borré o Lucas Alario hubiese sido lo ideal porque sabemos que el manto sagrado no les pesará desde el día uno, pero ante la imposibilidad hay que agudizar el ingenio sabiendo también que no hay que ser especulativos a la hora de abrir la billetera y desembolsar lo necesario. Los nombre de José López y Matías Arezo parecen ser buenas apuestas para probar suerte, y habrá que ver si en silencio no se está negociando por algún otro apellido de renombre. Los goles se pagan como ninguna otra cosa en el fútbol, y afortunadamente el presente económico y financiero de River permite invertir en ese bien tan preciado.
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