81 días atrás infinitas lágrimas se esparcían por cada rincón de tu rostro, mientras tratabas de asimilar con el semblante más entero posible los dolores de tu adiós frente a un micrófono en la sala de conferencias del estadio de Santiago del Estero. Pocos minutos después, fiel a tu estilo, te pusiste unos anteojos de sol y saliste del vestuario con tu último trofeo ganado con la camiseta de tus amores, mientras el resto de tus compañeros a pura música fuerte te secundaban y cantaban uno de los grandes hits contra Boca que nació post 9/12/18.
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Increíblemente mañana nos encontraremos nuevamente cara a cara, en un contexto sumamente inesperado e impensado cuando terminó aquella triste noche, y por supuesto las palabras estarán de más. Obviamente que desde lo deportivo desearemos que juegues el peor partido de tu carrera y que a tu equipo le vaya en el mismo tono, pero antes y después de los silbatazos del árbitro habrá muchas sensaciones y cosquilleos encontrados en nuestro esqueleto.
Imagino una gran ovación cuando salgas a la entrada en calor, mientras levantarás un brazo y con el otro te tocarás el corazón agradeciendo el amor eterno del hincha riverplatense. También un abrazo interminable con Armani en el cruce previo de capitanes, y con cada uno de tus excompañeros que te tenían como el gran referente adentro y afuera. Alguna chicana con Nacho o con Milton, dos de los grandes amigos que dejaste en Núñez.
Pero sí, Enzo, no nos vamos a mentir. La tuya fue una despedida que de a ratos sigue costando asimilar, y hasta algunas primeras impresiones fueron divididas. Algunos entendieron a la perfección los motivos y naturalizaron tu decisión de ponerte la camiseta de Estudiantes como algo lógico, sabiendo que allá también te valoran como lo merecés y que tenés por delante grandes desafíos deportivos. Y otros terminaron un poco más enojados, porque esperaban que tu destino futbolístico fuese diferente.
Y creo que todo se resume en que cada reacción, por más antagónica que sea, está explicada en que SIEMPRE hubo verdadero amor del bueno hacia vos, y sabemos que de tu lado es mutuo. Por eso para nadie de River resultás indiferente, y allí se explica por qué algunos no pueden largar la tristeza por tu ausencia, y otros ese dejo de enojo que seguro se curará con el tiempo. Es que todo lo que nos entregamos pasionalmente a lo largo de esos hermosos seis años y medio quedará tatuado hasta la eternidad, y será irrompible más allá del resultado de cualquier final que nos puede enfrentar adentro de una cancha. En River sos ídolo y serás bandera, por los milenios de los milenios.