Entiendo que griten goles ajenos. Entiendo que festejen que el penal lo erre justo Enzo Pérez. Es que duele muchísimo. 

Nos tuvieron que trasladar a más de 10 mil kilómetros para que doliera un poco menos. Pero duele igual. Va a seguir doliendo. Duele la identificación de este plantel con estos colores. Duelen el Chori, Cavenaghi, Lanzini, Mercado gritando como hinchas en las tribunas. Duele. Pero van a tener que aprender a estar en las malas.

River te ganó una final de la Copa Libertadores en la cara y vos, ahí, contemporáneo, estuviste sufriéndolo. Con los ojos llenos de lágrimas e impotencia, contra un equipo que deja egos de lado y la vida por el compañero. Que da pelea al tiempo, caudillo de la desesperación. Que da vuelta partidos, que se cansa de darte vueltas enfrente. Duele. ¿Cómo no los voy a entender?

Gracias por este pedazo de historia del que todavía no somos conscientes y al que le vamos a contar a los más chiquitos: “Sabés que hubo un Superclásico que se jugó en Madrid, que fue una final de la Libertadores, la más larga del mundo... que estuvimos ahí. También en Núñez. Que dejamos la garganta, que le dimos la vuelta a Boca, que arrancó ganando y el 9 de ellos se burló de un pibito”. Duele porque no se la olvidan nunca más.