Sucede a menudo cada vez que River viaja a otra localidad del país y del exterior. Es mucho más habitual en aquellos lugares donde no tienen la chance de ver muy seguido al Millonario. Y es mucho más estrecho el contacto con esos hinchas que pasan horas y horas bajo el sol, la lluvia, el calor o el viento, esperando por una foto, un saludo, un autógrafo. Todo eso que suele vivir el plantel profesional del Más Grande cada vez que recorre varios kilómetros, lo siento en carne propio en el mismísimo Monumental.

Este sábado por la tarde los socios de River se autoconvocaron en el playón del club para vivir una fiesta muy especial. Allí, a muy pocos metros de la concentración del plantel, justo frente a la confitería y las canchas de tenis, los fanáticos del Más Grande se reunieron para brindarle el apoyo incondicional a los jugadores y al cuerpo técnico comandado por Martín Demichelis. Los hinchas comenzaron a jugar así el superclásico desde temprano, a puro bombo, bengala y bandera de palo.

La ansiedad pudo más que todo. Por eso, faltando todavía una hora para el inicio del denominado “Banderazo Monumental”, ya había un grupito de simpatizantes que empezó a calentar las gargantas y entonar algos viejos hits de la tribuna, que suelen cantarse más fuerte cuando el rival que está en la vereda contraria es Boca. Con el correr de los minutos fueron llegando los elementos de percusión y las banderas que acompañan a River a todos lados. A pesar de la lluvia, el viento y demás inclemencias, nada pudo detener tanta pasión.

A las 20 horas el playón parecía literalmente un día de partido. Y de alguna manera lo era, porque toda es gente ya estaba jugando un superclásico aparte. Hubo que esperar media hora más de lo previsto para la llegada de los futbolistas al estadio y la aparición por la concentración del primer piso del Monumental. La salida del grueso de los futbolistas al balcón desató la locura total. En ese mismo instante se prendieron algunas bengalas y el aliento fue ensordecedor.

Más allá del aliento sostenido durante un largo rato, los jugadores amararon a retirarse al interior de la concentración, pero tenían preparada una sorpresa. Uno por uno, en fila india, fueron aparecieron por una suerte de cerco vallado, dispuesto especialmente para acercarse a los hinchas. Ahí vivieron de cerca el calor y el color de la gente, que comenzó a cantar cada vez más fuerte. Los protagonistas agradecieron las muestra de cariño y subieron nuevamente a la concentración. Todavía retumbaba de fondo el “que mañana cueste lo que cueste / que mañana tenemos que ganar” cuando terminaron de ingresar a la concentración. El partido de los hinchas ya comenzó a ganarlo River por goleada.