Recuerdo las imágenes de ese 23 de junio de 2012 en las tribunas del Monumental. Esos dos goles de David Trezeguet terminaron de desatar los nudos en las gargantas de todos. Era un festejo diferente. Era un desahogo. Eran lágrimas de emoción. Eran alaridos de sentir que se había vuelto al lugar de donde no se tendría que haber ido. Y era (y fue) el punto de partida para la reconstrucción.

A esta altura del camino ya ni vale la pena repasar los responsables ni debatir cuál tuvo mayor o menor influencia para que River perdiera la categoría en 2011. 363 días después dio vuelta la página de la mano de figuras que decidieron volver para dar una mano en ese momento (Cavenaghi, el Chori Domínguez y Ponzio) y de otro que quiso sentir la camiseta aunque la situación no era la ideal (Trezeguet). De los pibes de la casa que siempre aparecen y hacen su aporte, como fueron los  casos de Lucas Ocampos, Ezequiel Cirigliano y Ramiro Funes Mori, para ejemplificar con los tres que más jugaron. También de la mano de Matías Almeyda y su cuerpo técnico, que más allá de los errores, se hizo cargo de ser el técnico en esa aventura desconocida.

Nadie hubiera querido tener que transitar esa temporada. Claro que no. Pero River lo hizo con hidalguía. Con dolor, obviamente, pero lo supo canalizar para recomponerse y levantarse. Y ser tan grande como siempre lo fue y nunca dejó de serlo. Ni siquiera en su peor momento. Perdió la categoría, sí, pero no el honor, ni el valor de su nombre. Otros podrán haberle perdido el respeto en ese momento, pero les costaría muy caro tiempo después.

"Me verás volver y te arrodillarás", fue el mensaje perfecto de una bandera que apareció durante aquella temporada 2011/2012. Nada puede resumir mejor lo que vendría. Porque seis años y medio después de aquellos dos goles de Trezeguet a Almirante Brown para poner la casa en orden, River logró en Madrid lo que nunca nadie había podido lograr. Y esa medalla es única. Inigualable. Eterna.

Se podría discutir por muchas horas si alguien habría firmado (o no) pasar por lo que hubo que pasar si te aseguraban que luego existiría un 9 de diciembre de 2018. Algunos dirán que sí rápidamente, otros dudarán un rato y también habrá no rotundos. Pero pasaron las dos cosas. Y con la satisfacción que en todos los momentos River demostró que su grandeza no se mancha. Se agranda eternamente.