Amadeo Carrizo fue un grande de verdad, más allá de su obra en River. Inventor de un estilo en el arco, marcó una época, trascendió colores y se transformó en un referente del puesto de aquel momento para sus pares.
Nacido el 12 de junio de 1926 en Rufino, provincia de Santa Fe, Amadeo tuvo su debut en el arco de River el 6 de mayo de 1945, cuando el conjunto de Núñez se impuso 2-1 sobre Independiente, en Avellaneda. Poco a poco empezó a brillar hasta convertirse en un intocable: 23 años ininterrumpidos en El Más Grande, completamente impensado para hoy. Jugó 551 partidos oficiales, ganó ocho títulos, mantuvo 769 minutos sin recibir goles en 1968 -la marca fue superada por Franco Armani en 2018- y quedó como el segundo futbolista con mayor cantidad de presencias en el Millonario, detrás de Reinaldo ‘Mostaza’ Merlo: 563 encuentros.
Capaz de evitar que un remate extremadamente difícil terminara en gol, a Carrizo se lo considera el precursor del arquero moderno. Su tarea no sólo llamaba la atención cerca de los tres postes, sino que también porque sabía jugar con los pies, un hecho que no era habitual para el fútbol de aquellos tiempos.
Con buenas condiciones técnicas, ubicación y la cuota indispensable de audacia, Amadeo sabía cuándo tenía que salir del área para anticiparse. Incluso quedó en la historia una doble gambeta a José Borrello en un Superclásico que River ganó 3-0 como local, el 31 de octubre de 1954. También bajó de pecho un remate en la final de la Copa Libertadores 1966 contra Peñarol.
Campeón ocho veces con River y custodio del arco en 551 partidos oficiales desde 1945 hasta 1968, Carrizo se hizo ídolo del club. Llegó a tener un invicto de 769 minutos sin recibir goles cuando su documento ya acusaba 42 años. Era Presidente Honorario de la institución bajo la gestión de Rodolfo D’Onofrio. Hoy nos dejó para siempre, pero el respeto y el cariño serán eternos.