(Yokohama – Enviados especiales) Las 20.000 almas de River conmovieron a Japón, donde hicieron sentir local al equipo del Muñeco Gallardo y dejaron en claro que son la envidia del planeta entero.

“La afición de River hace un esfuerzo bruta”. Andrés Iniesta asumió su asombro durante la conferencia de prensa previa al partido. No ocultó su visión acerca de la hinchada del equipo rival, la mejor hinchada del mundo. Sí, de eso de ninguna forma quedan dudas. El título que estuvo lejos dentro del campo, quedó en las tribunas. Allí 20.000 personas vestidas de rojo y blanco brindaron un espectáculo inolvidable, histórico.

Nadie podrá borrar de su recuerdo que River fue local a más de 18.000 kilómetros del Monumental. Osaka, Tokio y Yokohama parecían Núñez, pese a las enormes diferencias edilicias y culturales. “River, mi buen amigo” sonó en el imponente estadio Internacional como si se tratara del querido Antonio Vespucio Liberti. Causó orgullo en propios y extraños. Fue conmovedor, único. Hasta hubo cuatro veces más de gente que lo que acompañó a Sanfrecce Hiroshima, anfitrión en el Mundial de Clubes.

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Como si fuera poco, en la final el estadio se vistió con los colores más lindos del planeta. Alrededor de 150 banderas colgadas, decenas de palo y cientos de inflables para darle la mejor bienvenida posible, teniendo en cuenta ciertas restricciones de la FIFA, al campeón de América. A las 19.25, hora nipona, hubo lágrimas de emoción, de sueño cumplido cuando la música del Fair Play -previamente sonó Thunderstrack, de AC DC- recibió a River y el Barcelona, probablemente el mejor equipo de la historia en cuanto a su plantel durante los últimos años.

Antes del encuentro quedó en evidencia que el aliento sería constante e incondicional. Desde “y, dale, River, dale” hasta el “sooooy de River”, utilizado como grito de orgullo cuando el resultado era irreversible. Repertorio amplio, surtido para la ocasión. “De la mano del Muñeco, vamo’ a Japón”, esa melodía nacida en Asunción, a una hora de la semifinal, fue realidad in situ. “Que River es el más grande de todos y nunca abandonó” se sumó, al igual que ese cierre para poner en contraste la dignidad: “El que no salta, abandonó”.

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En Yokohama, muy muy lejos de casa, River fue local. Lo que no pudo ocurrir en el césped, sí sucedió en las tribunas: goleada del Millonario en cantidad de apoyo sobre el grupo minúsculo que acompañó al Barcelona y fue silenciado mediante un “soooy de River”. La hinchada de La Banda merecía el título. El mejor tributo para ella era la vuelta olímpica en Japón. Los jugadores dieron todo para hacerlo. Una mano increíble y la sucesión de errores propios posteriores lo impidieron. De ninguna forma existieron reproches. Al contrario, “gracias por esta alegría de salir primero, de salir campeón” fue el mensaje hacia el plantel. Hubo hidalguía para aceptar la caída. Sin insultos ni gas pimienta. De pie, como debe ser. Y con la satisfacción de decir “el día que me muera, yo quiero mi cajón pintado rojo y blanco, como mi corazón”. La mejor hinchada del mundo.

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+ Jugador por jugador.

+ Orgullo eterno.

+ ¡Gracias por tanto, Colorado!