¿Escucharon hablar de un tal "Trapito"? Es la historia de un tipo común. Un cultor del perfil bajo que tiene de ídolo a Gabriel Batistuta y que escucha Los Palmeras. Uno que se preparó a la sombra del Pato Fillol como profe de inferiores en la Selección, esa que injustamente después le sería tan esquiva. "Si no hubiera sido futbolista profesional ahora estaría laburando con mis viejos, en el minimercado de mi pueblo, o en la verdulería", nos respondió alguna vez y entendí que así como se muestra, es.

Trapito es el arquero que retuvo con su alma -disfrazada de mano- esa pelota que dio definitivamente una vuelta de página a un retazo difícil de nuestra historia. Para empezar otra: "El penal a Gigliotti es el momento individual más fuerte de mi carrera en River. Pero en ese instante quedaban todavía casi 90 minutos de partido y no pude disfrutar a pleno. Ese triunfo marcó un antes y un después en el plantel". 

Porque la vida va, entre alegrías y tristezas, entre verborrágicos y caballeros de épica que prefieren ser invisibles. Nítido, verde, llevándose a su paso la idolatría de los chicos y el respeto de todos los grandes. Marcelo Barovero, aquel señor que con cada tapada destapó uno a uno a aquellos que intentaron reducirlo a un apodo injusto, marcado de soberbia. Trapito derribó a los prejuiciosos.