Un homme à la hauteur (Un hombre a la altura) es una película francesa que se estrenó este año, hace poquitos días, de hecho. La enganché el otro día en un vuelo de Air France, doce horas sin escala de Charles de Gaulle al Ministro Pistarini. Fue mi tercera opción después de la brillante The Grand Budapest Hotel de Wes Anderson y de la ganadora del último Oscar a mejor film, Spotlight. En realidad, a Un homme à la hauteur le di play con el único objetivo de quedarme dormido, un reto que habitualmente termina en fracaso a tantos miles de metros de altura. Esta vez lo logré, con la ayuda de una película bastante pava y de la cual ya conocía todo el argumento: se trataba de la remake francesa de Corazón de León, una producción argentina a la que yo preferí rebautizar como Francella Enano.
Francella Enano me trajo varias alegrías: la trama no es de lo mejor, pero el mero hecho de ver a Guillermo Francella convertido en un bajito de poco más de un metro era el gag de la historia, que se disfrutaba casi como consumo irónico pero se disfrutaba mucho en definitiva. La versión francesa no causa gracia por el simple hecho de que a Jean Dujardin, el protagonista, no le sigo la carrera desde que nací como a Willy Francella, de hecho no sé quién es, y hasta a lo mejor sea realmente un hombre de baja estatura, quién sabe. Cuando me desperté, ya a pocos cientos de kilómetros de Ezeiza, pensé en la Recopa Sudamericana. Porque sentí que, de alguna manera, ésta también es una remake. Es un partido extemporáneo, fuera de tiempo mas no de espacio (el Monumental con aforo a tope), pero fuera de tiempo al fin: porque se trata de otra final a la que accede el equipo dorado que ya está en los libros de historia, el que sale de memoria y que ni siquiera hace falta recitar porque todos lo conocen y porque dolería escribir cada uno de esos once apellidos esculpidos en piedra. Este River, el actual, se tomó el DeLorean y cayó en una de las tantas definiciones internacionales a las que llegó el River original de Gallardo. Será una especie de puesta en escena: final de Copa, cancha llena, fiesta, un equipo con la banda roja cruzada. Algo así como cuando te quieren vender que va a tocar Queen sin Freddie Mercury o The Doors sin Jim Morrison: habrá algún integrante de la banda original, en este caso Maidana o Ponzio, por ejemplo, pero la esencia no está. Lo bueno es que uno de los pocos integrantes de la formación original que se mantiene es el propio Marcelo Gallardo, uno de los que verdaderamente accedió a jugar esta Recopa que aparece de repente en un contexto en el que el equipo recién está empezando a armarse de nuevo, ya sin todos esos jugadores que están desparramados por el mundo.
En eso andamos, en tratar de construir un funcionamiento nuevo con jugadores nuevos también. No quiero pecar de apurado, pero la propuesta de esta especie de 4-2-2-2 me resulta no menos arriesgada que previsible teniendo en cuenta los intérpretes: básicamente porque si por las bandas River tiene sólo a los laterales para hacer absolutamente todo el recorrido, eso quita sorpresa para atacar y asume riesgos kamikaze en defensa, sin contar el desgaste que deberán hacer en este caso Moreira y Casco. Las características de los laterales que tiene River hoy parecen encajar con la propuesta del Muñeco, eso es cierto (de hecho, es evidente que por eso buscó a un avión como el paraguayo), pero tampoco son súperhombres y, si tienen la responsabilidad de hacer absolutamente toda la banda, será más previsible bloquear sus subidas y más fácil ganarles las espaldas. Y si les ganan las espaldas seguramente un central tendrá que salir a relevarlos. Y si sale un central a relevarlos y el equipo rival es mínimamente vivo, pone a un jugador a tirar la diagonal para entrar solito por el medio. El tema es que D’Alessandro hoy no está para el carril derecho como estaba Carlos Sánchez y que el Pity Martínez sí tiene condiciones para desbordar por izquierda, pero pocas veces lo hace. Llama la atención en ese sentido que no se haya incorporado a un 8 (en este caso, la dirigencia aceptó que le falló a Gallardo) y un 11 de oficio. La esperanza es, desde ya, que yo no entiendo absolutamente nada y que el técnico de River, ya lo demostró tantas veces, entiende todo. Y que es uno de los pocos tipos que se mantienen del equipo que accedió por mérito propio a esta final, que sabe jugarlas, que conoce del tema, que él sí es Un hombre a la altura: ojalá el equipo también lo esté. Sabemos que la remake no superará al original, que Francella hay uno solo, no pedimos tanto: pero al menos esperemos no quedarnos dormidos…
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