El campeón de América cometió un error muy caro durante la etapa inicial, donde ofreció poco, y luego no supo aprovechar las chances que tuvo para alcanzar la igualdad en el Monumental. Perdió 0-1 el Superclásico y así, aunque todavía quedan varios puntos por delante, se despidió de la pelea en el torneo.
Ocurrió lo que el viernes pasado mencionó Marcelo Gallardo como preocupación. Un pique de Sebastián Palacios rompió el partido porque envió el centro en el que Marcelo Barovero tapó ante Carlos Tevez y permitió que Nicolás Lodeiro, ingresado por la lesión de Fernando Gago a los 15 segundos, marcara el único gol de la tarde noche. River insistió. No abandonó su búsqueda, aunque fue insuficiente para hallar la igualdad, un resultado que hubiera sido acorde por lo sucedido en Núñez.
Más allá de esa acción en la que todo el fondo falló para retroceder, quedando expuesto Eder Álvarez Balanta al perder durante la corrida, River ofreció poco en el primer tiempo. Hubo demasiada lucha, bastante fricción -Leonardo Ponzio debería haber sido expulsado por doble amarilla- e incluso imprecisiones de ambos lados. En ese contexto, apenas dos cabezazos de Lucas Alario exigieron. El primero, desviado; el segundo podría haber concluido en el grito universal, pero una atajada increíble de Agustín Orion. ¿Boca? Amenazó en cada pique de Palacios.
El Muñeco tenía mucho trabajo para corregir en el descanso. La entrada de Luis González no cambió la ecuación con relación a lo hecho por Ponzio. Entonces, Tabaré Viudez ingresó por Lucho. River pasó del 4-4-2 inicial a un 4-3-1-2, con Matías Kranevitter como tapón -creció en el complemento- y por delante de él una línea conformada por el mencionado Viudez, Carlos Sánchez, cuyos centros despertaron tanto entusiasmo como peligro- y Gonzalo Martínez. El Pity apareció en cuentagotas, por eso Sebastián Driussi, también de escaso aporte, lo reemplazó.
River no fue menos, aunque tampoco exhibió superioridad. Y, se sabe, en encuentros de equilibro en el medio campo, la ventaja puede ser determinante. Eso mismo ocurrió. Un nuevo cabezazo de Alario provocó otra reacción providencial de Orion, a puro reflejo, cuando era el principio de la última etapa. El Millonario intensificó su aceleración a través de las variantes y, lógicamente, por la obligación del reloj. Atrás, salvo por algunas pelotas paradas que hallaron la altura de Fernando Tobio, el riesgo fue exiguo, algo que aunque sea permitió quemar las naves sin temor.
¿Qué faltó? Contundencia, quizás. Ahí estuvo la razón por la que River se quedó con las manos vacías. Chocó con las manos de Orion. Tuvo ausencia de puntería. Tampoco ofreció demasiadas propuestas. Los recursos fueron el centro, una tentación inexorable para la cabeza de Alario, y una serie de pelotazos para que justamente el ex-Colón y Rodrigo Mora, de varias decisiones erróneas, descargaran. El balón detenido quedó en deuda, causó un peligro escaso. Entonces, pese a la búsqueda incesante, River no pudo. Mostró limitaciones y quedó lejos de la punta. Pero al menos no abandonó.
+ “No jugamos bien, no nos pudimos encontrar futbolísticamente”
+ Al borde de la expulsión, Ponzio duró media hora
+ “Estuvimos nerviosos, pero esto sigue”
+ River regaló un tiempo y lo pagó caro