Hay algo muy argentino, muy de futbolero argentino, que no tiene muchos argumentos y hasta me parece absurdo, pero existe. Uno no puede estar en dos veredas al mismo tiempo, no es posible disfrutar de dos pares por igual. Como que hay que elegir un lado para ‘pertenecer’. Si sos fanático de Messi, no te puede gustar Ronaldo. Si bancás en todas a Cavenaghi, te miran con recelo si también ponderás a Trezeguet. Así de tonto suena la premisa en la que más de uno nos hemos visto sometidos en alguna charla con amigos, ¿O no?

Así de ilógica es la hipótesis futbolera que si te gusta la cerveza, no te puede gustar el vino (?). Y en ese debate sin sentido me encontré más de una vez. Soy Ramonista. Sí, de los Ramonistas que lo escriben con mayúscula. De esos con los que no se puede discutir, porque la respuesta siempre es “Ramón”. Ojo, lo admito eh. Siempre que hay una discusión con Ramón Díaz entre las opciones salvadoras, aviso de antemano que voy a contestar “Ramón, Ramón, Ramón”. Cruzó mi adolescencia, cada vez que se puso el traje de técnico nos sacó campeón, ellos lo odian, los dejó en ridículo siempre, hasta sin conseguir la victoria con sus declaraciones si era necesario, y ahora afronta mi adultez también. Fui, soy y seré Ramonista.

Y cuando el riojano se fue luego del Torneo Final 2014 se me cayó el mundo. Me acuerdo que mis amigos me preguntaban cómo estaba yo. Y llegaba Gallardo. Y a mí no me importaba nada. El recuerdo del Muñeco jugador era bueno en mi cabeza, pero eso no tapaba ni 1/8 mi depresión por la renuncia del Pelado. “¿Estás contento que asume Gallardo?”, me preguntaban. “Se va Ramón”, les contestaba.

Arrancó la era Napoleón. Desde el primer día tiré para el lado que había que tirar. Aclaro esto porque dentro de esa parafernalia que comentaba en el primer párrafo, también están esos idiotas que son capaces de querer que a su equipo le vaya mal con tal de que vuelva alguien. River está por encima de los nombres. De todos los nombres.

Y el Muñe me volvió a enamorar (ya lo había hecho con el Manto Sagrado puesto). Pero me enamoró más allá de lo conseguido. Sin duda que eso es fundamental. Cumplí uno de mis sueños yendo a Japón, gracias al equipo de Gallardo. Usé el hashtag #2VecesEn6Meses hasta el hartazgo y mis amigos de Boca no me hablaron de fútbol por un año (muchos aún no lo hacen), gracias al equipo de Gallardo. Puedo seguir así tres párrafos más, pero quiero destacar dónde se produjo el flechazo de Cupido que trascendió lo meramente futbolístico.

El año pasado estuve en Estados Unidos cubriendo la pretemporada de River y fuera de micrófono, Gallardo nos llamó a los 6 periodistas que estábamos ahí en el lobby del hotel y nos dio una clase gratuita de fútbol, relaciones humanas, armonía de grupos y liderazgo. Algo similar me pasó el otro día en la conferencia de prensa sobre la renovación de su contrato, aunque esta vez la charla fue pública. La simpleza con la que el técnico de River explicó la idea del trabajo integral de inferiores del club, pensando en las futuras generaciones, la planificación de un ser que cruza las barreras del deporte y a punta a la calidad de las personas: “Esto no lo voy a disfrutar yo, es para el futuro de River”, tituló el DT.

Cada conferencia de Napoleón la disfruto como si estuviera viendo mi serie favorita en Netflix. Siento que aprendo cada vez que habla. Se puede equivocar, claro que sí, es humano como vos, como yo, como todos. Pero disfrutemos al entrenador que tenemos porque siente a River más que todos nosotros juntos, y cuando el equipo no funciona, el lo sufre tanto como vos. Te lo dice un Ramonista que está feliz de tener al Muñe en el banco.

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