“Nos faltó frescura en los últimos metros”. Un mes atrás, Marcelo Gallardo se lamentaba por la ausencia de suficiente descanso para afrontar el Superclásico. River había empatado sin goles contra Bocay daba la sensación de que podría haber triunfado en caso de tener mayor velocidad para resolver. Esta noche sí tuvo ese plus físico para utilizar la intensidad que pretendía y lo hizo valer porque ganó 2-0, con goles de Rafael Borré e Ignacio Fernández.
La supremacía de River fue muy clara. Con decisión, una idea firme de atacar constantemente, lucidez para ocupar los espacios e intensidad, el equipo que dirige Marcelo Gallardo rápidamente consiguió abrir la cuenta mediante un penal que Rafael Borré, víctima de la infracción, transformó en gol. Y luego, en el segundo tiempo, tuvo una gran jugada colectiva que Nacho Fernández definió después de abrir la cancha para que Matías Suárez lo asistiera a través de un desborde.
Más allá de los goles, la realidad es que River argumentó con creces el 2-0. Supo cómo lastimar, de qué manera romper el orden rival y producto de eso generó situaciones para aumentar la distancia en el marcador, haciendo que Esteban Andrada se luciera para impedir un resultado de mayor holgura. También hubo algunas equivocaciones en la toma de decisiones para buscar al compañero mejor ubicado o dar el pase atrás cuando los mediocampistas llegaban para rematar sin obstáculos.
La chapa de campeón de América se hizo sentir. River jugó con la autoridad que lo caracteriza. Asumió el protagonismo, tuvo variantes ofensivas y, cuando perdió la pelota, logró recuperarla pronto mediante la agresividad para la marca y una presión asfixiante que sirvió tanto para el quite como a la hora de forzar el error de Boca. Ahí se vio la diferencia de jerarquía para elegir la mejor opción ante la intensidad de un equipo y otro.
River no sólo se quedó con los tres puntos en la semifinal de ida, sino que además tiene una diferencia muy positiva, incluyendo el arco invicto para la revancha del martes 22 de octubre. Deberá ir a La Bombonera sabiendo que la obligación estará del otro lado y con un aliado clave: el valor extra para el gol en condición de visitante.