El Millonario tuvo un comienzo muy bueno frente a Huracán, pero desperdició un penal y poco a poco bajó su rendimiento futbolístico hasta empatar 0-0. Así dejó pasar dos puntos en la primera fecha de la Superliga 2018/19.
La esencia del fútbol como juego está en hacer más goles que el equipo rival para obtener el triunfo. Esa verdad de perogrullo no sólo requiere de puntería, sino también de eficiencia cuando las situaciones de ataque son pocas y, sobre todo, oportunismo para lastimar al adversario en el momento indicado. Eso es lo que River no pudo lograr en Parque Patricios, donde desaprovechó un penal cuando iban 15 minutos del primer tiempo: tras una mano de Juan Fernando Garro frente a Gonzalo Martínez, el propio Pity ejecutó muy elevado.
Pese a que hubo tres posibilidades más, todas ellas a través del botín derecho de Ignacio Scocco, River perdió la lucidez inicial. Poco a poco cayó en el terreno de la fricción, el balón dividido y la ausencia de desequilibrio individual. Las imprecisiones comenzaron a hacerse frecuentes por diversas razones: desde la reducción de espacios que realizó Huracán hasta el pésimo estado del campo de juego -de ninguna manera es una excusa, pero tampoco se le puede restar valor-, pasando por el tránsito congestionado del medio campo.
Los volantes exhibieron una tarea muy interesante al principio. Es que brindaron precisión en velocidad, a uno o dos toques, con Gonzalo Martínez como enganche definido (4-3-1-2, el dibujo táctico elegido por Marcelo Gallardo) y la colaboración de Exequiel Palacios, ambos respaldados por un Bruno Zuculini recuperador e inteligente para la distribución de la pelota. Además, Lucas Pratto e Ignacio Scocco aportaron movilidad constante, pero no fue suficiente porque ese comienzo quedó frustrado por la ausencia de un gol.
Lejos del gol en la segunda parte, lo mejor de River terminó siendo la seguridad habitual de Franco Armani, el nivel de Zuculini como único volante de marca y, especialmente, la dupla conformada por Jonatan Maidana y Javier Pinola. Ambos estuvieron muy firmes en el fondo. Atentos para los cruces, supieron ganar cuando quedó mucho campo por custodiar. Fueron inexpugnables en el juego aéreo y, por lo general, impidieron que el Globo pudiera sacarle rédito a una virtud de la casa: cada acción a balón detenido trabajada por Gustavo Alfaro. Aun así, es inevitable la frustración por un empate que no sirve para iniciar la Superliga con éxito.
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