‘Vivís en Sudamérica, ¿no estás acostumbrada a que te afanen?’, me dijo un amigo que hace unos diez años vive en Berlín. Al parecer, él está más acostumbrado que yo.


Del 24 de noviembre a esta parte han pasado varias cosas, demasiadas para mi gusto. Fuimos los peores, los que no se solidarizaron, los que merecían perder la localía, los que van de visitante, la peor lacra del fútbol argentino. Y es por eso que a River le sobran los motivos para ganar esta final. No sólo por el propio hecho de ser deportistas y triunfar en esta instancia de Copa, sino además porque deben sentirse robados como nosotros. River debe ganar, a esta altura es casi como una obligación, un acuerdo tácito entre ellos y nosotros. Tantos días de hermetismo y de dejar que todo el resto monte su circo sólo debe significar una cosa: calma, espérennos.


Te sacaron de tu casa, te humillaron. Te llevaron hasta el viejo continente a jugar un partido de fútbol. Te van a meter en uno de los estadios más importantes de la historia del fútbol pero ¿sabes qué? no es el Antonio Vespucio Liberti, no es Núñez. Te van a hacer jugar con mayoría de espectadores españoles, porque los que van a disfrutar de este partido son los gallegos, no nosotros.

No va a estar esa hinchada incondicional que aturde cada vez que River pisa el verde césped, esos hinchas genuinos que vienen esperando hace días y días para verte jugar. Esos hinchas que hace rato vienen poniendo la otra mejilla y que con resignación terminan aceptando todo lo que se resuelve porque en el fondo lo único que quieren -lo único que quiero- es verte jugar.
Y nosotros vamos a estar acá, de este lado y como siempre. Miles de almas entregadas a la pantalla de un televisor esperando ansiosos por verte, expectantes de ver cómo esos guerreros defienden nuestros colores.

Háganlo por nosotros, defiéndannos adentro de la cancha.
Háganlo por ustedes, que cuando a River le tocan un poquito el orgullo es cuando más sale a cazar. Y hay que salir a cazar.


Hay que hacer una cacería de fútbol y usar como arma cada uno de los agravios que se dijeron este mes, cada falta de respeto al hincha, cada puesta en escena, cada espectáculo circense. 
Enójense, salgan a dejar lo mejor que tienen y jueguen fútbol. A esta altura parece hasta gracioso decirlo pero todavía hay algunos que no quieren jugar al deporte más lindo del mundo. Ustedes que son unos privilegiados de vivir en carne propia esto, háganlo de la mejor manera. Saben que están respaldados por miles de hinchas que los apoyan incondicionalmente, que más allá de cualquier resultado siempre estuvimos y siempre estaremos.

Háganlo para demostrarle a esos hijos de puta que nos pueden sacar todo, nos pueden sacar de casa, del barrio, nos pueden dejar a los hinchas afuera, pero no nos van a sacar la pasión. Eso es intransferible. Hagan lo que hagan la pasión es nuestra, se quedó acá. Nada la alteró. Nada jamás cambiará este amor hacia River, aunque juegue en la luna.

Que todos esos ladrones sepan, que nunca van a poder con nosotros. El escenario será otro, pero la escena es la misma: River y su gente. Desde donde cada uno esté, más cerca o más lejos, pero los corazones laten en simultáneo cuando se trata del mismo amor. Nunca lo van a entender.

Hoy, River, no tengo dudas que te vas a hacer respetar, que vas a entrar y salir con la frente en alto porque no hay nada que dé más orgullo que vestir esa camiseta, que representar a este club, que tener esta forma de vida y estar en esta vereda. La vereda correcta, como le decimos. Ese sendero por el cual pasan las mejores cosas y te llevan al lugar más preciado de todos.

Hoy más que nunca como hincha, te pido que nos des una nueva alegría. Te pido que nos lleves a la máxima gloria otra vez.
Desde lo más profundo quiero decirte que es un honor llevar estos colores. Estos son nuestros colores, los que no se negocian, los que no se cambian por nada. Te agradezco por hacernos vivir estos momentos, por más duros que sean la emoción es lo que nos da vida.
Por ustedes, por nosotros, porque en unas horas vamos a estar ahí para verlos jugar. A dejar todo como siempre. Que la bronca, la humillación y el respeto a estos colores sean las armas para obtener la gloria.