Qué injusto el fútbol, hermano. Porque es cierto que River ganó prácticamente todo lo que jugó de un tiempo a esta parte. Es cierto también que es el campeón vigente de absolutamente todas las competencias que se juegan en este continente. Es cierto que dejó afuera de la Sudamericana y de la Libertadores a Boca en apenas un puñadito de meses y de las maneras más humillantes que a cualquier guionista clase “C” se le hubieran podido ocurrir, errando penales clave, llorando por patadas en un deporte de machos alfa cazadores de venados, tirando gas y abandonando cuando se estaban quedando afuera sin patear al arco. Es cierto que -y sí, señor- de la mano del Muñeco, este equipo va a llegar a Japón, que en el horizonte aparece el Barcelona. Que gracias a River voy a conocer un país que siempre quise conocer pero que probablemente nunca conocería si no fuera por River.
Todo volvió a la normalidad: River campeón de lo que se te ocurra
Es cierto que este River ya es inolvidable. Que, como admitió con más humildad que nunca Carlitos Tevez, todo volvió a la normalidad. La normalidad: River campeón de lo que se te ocurra. Es cierto que por estos días no hace falta ir a una calesita para dar vueltas, y que tantas vueltas no marearon a este equipo. Es cierto. Y es entendible que mucha gente siga en cualquiera, que gaste a Boca incluso después de una derrota. Boca está puntero, tan puntero como terminó la fase de grupos de la última Libertadores, pero así y todo los hinchas de River todavía podemos estar felices por algún extraño motivo.
La vereda del agradecimiento en este club es paralela a la de la exigencia
Pero qué injusto el fútbol. El fútbol en este club. Porque la normalidad, como dijo Tevez, es que River salga campeón, y entonces River tiene que seguir saliendo campeón. Porque la vereda del agradecimiento en este club, siempre fue así, es paralela a la de la exigencia. Entender eso es ser de River. “Conformismo” en River es como decir “la reputísima madre que te remil parió, hijo de mil puta, sorete”. Una mala palabra, básicamente. Y suena injusto, sí, porque estos tipos dieron todo. Pero tienen que dar más. Y más. Y un poco más también, si son tan amables. Y si no, quedarán en la vitrina, en un recuerdo que no es menos hermoso que, lo dicho, un recuerdo.
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