Ustedes también se bancaron hostilidades como una invasión policial en el vestuario, tratados casi de delincuentes. Esquivaron palazos dentro del campo de juego, y se entregaron al máximo para levantar dos veces la final y poder definirlo en casa. Y soportaron que una mezcla de violentos y de ventajeros les roben de las manos aquella valiosa igualdad deportiva que hoy no vale nada.

Hicieron una copa espectacular, y nadie podría objetar que son merecedores de levantarla. Superaron una prueba de carácter tras otra. Terminaron invictos los 7 partidos de visitante. Repuntaron dos veces en Río de Janeiro, igual que en la Bombonera. Impusieron presencia en Ecuador y Colombia. Le pisaron la cabeza futbolísticamente a Racing. Superaron en jerarquía a Independiente. Y reaccionaron de manera histórica en Brasil frente al último campeón, en una resurrección digna de la mejor película jamás imaginada.

Jueguen sabiendo que les tocaron el orgullo. Por cada madre o cada padre que proyectaron toda la vida tener la oportunidad de vivir la final en el Monumental con sus hijos o sus familias, y solamente se llevaron la angustia y la indignación. Por cada abuela y abuelo que se desvive por tener otra gran historia riverplatense para contarle en el futuro a su nieto recién nacido. Por cada hincha genuino que también vio frustrado el sueño y manchada su ilusión cuando le llevaron el partido a España. Por los que hicieron el esfuerzo para viajar pese al contexto horrible, y que dejarán la garganta para que se sientan lo más locales posible.

La ecuación es simple. Antes de entrar al Bernabéu tómense un segundo para respirar profundo, y mirar hacia abajo y hacia la izquierda. Allí van a admirar la presencia de un escudo imponente que les inflará el cuerpo a niveles supremos, y que los une con sus familias y con todos los que vamos a estar apoyándolos a la distancia. Ustedes y nosotros desde el lugar que nos toca saldremos encolumnados bajo una misma causa, sedientos por volver a ganarles una final y que llegue esa caricia al alma que necesitamos después de semejantes días vividos.

Un triunfo los convertirá en íconos sagrados e inmortales, pero sepan también que ningún resultado adverso borrará el orgullo de saber que representan a River. Siempre juntos. Siempre abrazados a una misma ilusión.