"No jugamos mal", dijo Gallardo en conferencia de prensa después de la caída frente a Banfield en el Monumental. Y por primera vez en mucho tiempo, el grueso de los hinchas no coincidió con la afirmación de su líder. Es cierto que River manejó la pelota, tuvo un tramo en el inicio del segundo tiempo en el que se lo llevó puesto al Taladro, pero lejos estuvo de gozar de precisión en el área o cerca de ella, donde se definen los partidos.

El Millonario intentó durante los 90 minutos pero chocó repetidas veces contra la defensa del rival. Juntaba pases por dentro, con alguna incursión de De la Cruz o Palavecino, o descargaba rápido por fuera para Elías Gómez o Herrera (que dejó un surco por derecha) pero solo pudo desnivelar en una ocasión: el gol de Borja, que llegó tras un centro preciso del Yacaré desde el costado derecho a la cabeza del colombiano, quien había ingresado un ratito antes.

Los centros al área es uno de los recursos preferidos de Gallardo para lastimar al rival: Saracchi tiraba centros, Angileri tiraba centros, Montiel tiraba centros y así con todos los laterales que fue teniendo. Elías Gómez (o Casco) y Herrera no hacen excepción a la regla, pero hace tiempo que la puntería no es la misma a la hora de mandar la pelota a la "zona congestionada".

No se trata de tirar centros por tirar y eso es algo que le viene pasando al Millonario. Cuando mantiene una posesión prolongada pero no encuentra espacios y la pelota termina por los costados, lanza el centro por lanzar, muchas veces con pocos jugadores en el área o a veces con la intención de sacársela de encima, para ver si en una de esas cae en la cabeza de alguien.

Con Banfield ocurrió y mucho esto, por eso las estadísticas fueron bajísimas en cuanto a efectividad: el equipo tiró ¡49 centros! durante el tiempo regular y sólo siete llegaron a los pies o a la cabeza de un compañero. Solo un 14% de efectividad, un número que debe mejorarse urgente o River seguirá repitiéndose en centros sin sentido.