“Volvimos a ser un rival difícil para todos”, soltó Gallardo una vez finalizada la victoria 2-1 en cancha de Vélez. Y no fue una frase más. Y si lo siente el DT de esa manera, es porque está convencido que la resaca de la Libertadores obtenida ya quedó atrás.

¿Por dónde pasan las claves de este Rivermás lúcido y renovado? Primeramente, en el factor concentración. El equipo se mentalizó y se enfocó distintodesde el miércoles pasado en Mendoza, y eso motivó y contagió diferente. Durante los primeros partidos de local en el año todo parecía “light” y sin peso, pero en los dos últimos encuentros apareció el cambio de chip mental en todo sentido.

Y todo aquello provocó una mejora sustancial en el funcionamiento colectivo. Se recuperó la voracidad por recuperar más veces en campo contrario debido a la presión alta, circuló mejor y más rápido la pelota de lado a lado o en los espacios profundos y, sobre todo, repuntaron su nivel las individualidades que hacen la diferencia.

El equipo encontró aPalacios en una posición de creador al hombre que manejó los tiempos del ataque, a un Borré endemoniado que no deja una por perdida y que está más lúcido frente al arco, a un Prattomás participativo y con mejor despliegue, a Enzo y a Ponziocorriendo muy bien la cancha, a Casco como salida permanente,y a unArmani que en Liniersvolvió a tener ese nivel extraterrestre que vislumbró a todos durante el 2018.

Y también aparecieron las pinceladas de Matías Suárez para mostrar un horizonte de esperanzas de cara a los aires de renovación luego de las pérdidas importantes. La partida del Pity dejó un vacío enorme a la hora del desequilibrio eficiente en los últimos metros, y hacía falta un jugador que rompa líneas y a la vez sea decisivo pisando el área. Y Robert Rojas también cumplió en su debut, más allá de la derrota ante Patronato.

Todavía faltan varios retoques para encontrar una versión ideal de River, eso está claro. Porque defensivamentesiguen apareciendo las dudas en las pelotas paradas y en las dsconcentraciones individuales. Pero lo más importante es que volvió el espíritu del River de Gallardo. La identidad. La seguridad de saber que tendránque romperse el lomo de pies a cabeza para poder superar a este equipo dentro de la cancha. Llegó el despertar en el 2019, y bienvenido sea. Lo esperábamos con los brazos abiertos.