(Barcelona-España) Otra previa que arranca a las 5 horas antes que vos te despiertes. Otro día manejando la ansiedad de ver al Campeón en el torneo que más queremos. ¿Cómo se vive así? Con historias y recuerdos que quedan a miles de kilómetros y años de acá. Así fue mi River-Emelec, a la distancia pero siempre cerca.
No me acuerdo si ya se los conté pero a mi el fútbol me agarró tarde. En mi pre-adolescencia fue cuando se me despertó el latido del corazón al compás de la redonda. Si tengo que señalar el momento exacto fue en 1998. Antes de eso, siempre supe que era de River, como mi papá, que teníamos a Francescoli y poco más que eso. Pero a los 11 años, con el Mundial que se venía, se me juntó todo. Y desde ahí me comí cada libro, cada partido de lo que fuera, cada video. Le agradezco parte de mi doctrina a PSN, pasión por el deporte, esté donde esté.
Entonces en esos años no solo me instruí en la materia sino que formé conceptos propios sobre el juego, muchos de ellos que mantengo en el centro de mis valores futboleros al día de hoy. Si retuvieron el dato de la fecha, dije 1998, por ende la copa del ’96 no la viví en directo. Si el partido contra la Juve, que me acuerdo fue la primera y última vez que mi viejo me despertó, me sacó de la cama y me dijo que tenía que ver un partido. No entendía bien de que iba la cosa pero me acuerdo que en el momento empaticé con todas las sensaciones de mi papá.
El primer título que festejé con plena consciencia fue el Apertura 1999, al día de hoy en alguna caja tengo guardado el fixture de el Gráfico que fui llenando a mano con cada resultado y sus goleadores. Volviendo a la Libertadores, ese año lloré desconsoladamente cuando en las semifinales nos quedamos en el camino contra Palmeiras. Esa noche formé una de las primeras reglas: nunca le des un tiro libre a un brasilero. Fue mi terror máximo durante años.
Al año siguiente, el 2000, es una historia que la sabemos todos. Ese día, el de las muletas, lloré de nuevo y me armé una sospecha, que la Copa Libertadores era imposible. Así llegamos al 2001, donde me quiero detener y empezar el relato. La Copa la empecé con un poco menos de ilusión que el año anterior. Llegaron los octavos de final contra Emelec. Hoy me decís “Emelec” y te digo que es el equipo contra el que más jugamos en contra en la Copa. Más que Guaraní, Libertad o The Strongest. Ni siquiera quiero confirmar si el dato es cierto (dudo que lo sea). Para mí es así y se acabó. También, cuando escucho Emelec, me vuelve el recuerdo que les estoy compartiendo.
No había youtube y la internet dial-up, con el coro robótico del modem de línea, todavía no era un aliado para mi necesidad de revisar la historia del fútbol. Pero en mi casa acababa de desembarcar el DVD y eso significó que la videocasetera ya no le importaba a nadie. Oportunidad que tomé para llevarmela al cuarto y grabar todo partido de fútbol que me pareciera relevante. Al mejor estilo Bielsa, fui grabando arriba de películas top, como Jurassic Park o Mortal Kombat, robadas a HBO, y cuando esos casettes se acabaron y la comisión directiva no me aprobaba el presupuesto, eché mano a lo que tenía a mi alcance. Como el video de mi comunión, algún cumpleañitos o reunión familiar. Perdón Má, si te estás enterando por acá que ese VHS que no ves hace años que dice “PRIMERA COMUNIÓN FEDE” en realidad tiene la final de la Champions en la que Raúl destroza al Valencia, o la Supercopa contra Galatasaray. O el partido de vuelta entre River y Emelec del 2001, por los octavos de final de la Copa Libertadores.
En la ida la pasamos muy mal. Perdimos 2-0 con dos goles clásicos, greatest hits, a Bonano. En uno dejando un rebote corto y gol servido, en el otro no mostrando respuesta y escudándose que el campo visual se lo tapaban sus defensores. De ese partido también me fui con otra revelación: todo arquerito tiene su noche Buffon contra River. El arquerito en cuestión era un ridículo. Un petiso que usaba chombas de las tres tiras que no eran su uniforme oficial. En el partido de ida atajó un par de pelotas inexplicables al día de hoy. En el partido de ida pensé, ya con más convicción, que sí, la Copa era imposible.
No se qué me llevó a grabar el de vuelta, pero agradezco haberlo hecho porque pude revivirlo incontables veces después. ¿No hay fútbol? River-Emelec. ¿Llueve? River-Emelec. ¿Mamá hizo brownies? River-Emelec. Esa noche necesitabamos 2 goles para empatar la serie. El partido arrancó como siempre, nosotros atacando, el arquero de ellos maravillando. Pero a todo falso Gianluigi le llega la hora de convertise en calabaza. Hernán Díaz desbordó con un caño insólito y tocó atrás con Coudet que puso el centro perfecto para que Celso Ayala demostrará que no jugabamos con nadie. Ellos sangran como nosotros. Al final del primer tiempo Saviola saltó solo en el primer palo y con un cabezazo tremendo puso el 2-0. Empatada la serie, renovada la ilusión.
En el segundo tiempo salimos como locos a buscarlo, nos habían echado a Cardetti y jugábamos con 10. Hubo una jugada en donde no hay científico que se anime a explicar como no entró la pelota y mientras Closs pedía la repe el Chacho agarró el rebote, puso el centro, encontró a Saviola que encontró al arquero pero Yepes mandó la pelota suelta al fondo de la red. Mario Alberto, como grité esos pocos goles que metiste. De ahí en más, un show de ataque Millonario con un Conejito imparable. Su segundo gol fue una maravilla, controló de pecho y la picó ante la salida del arquerito. Hay una imagen hermosa donde Ortega va, lo abraza y le da un beso, cuando lo suelta, Javi besa la camiseta. Después, el pibito le puso una pelota sublime al Burrito que enganchó, se lesionó el tobillo, pero hizo el quinto. 5-0. No lo podía creer. No lo podía entender.
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Esa noche borré de mi cabeza la idea de que la Copa era imposible porque una más fuerte saltó del corazón y se instaló en mi lóbulo frontal: la Copa Libertadores es mi obsesión. Cada Copa es una nueva ilusión. Cada noche como la de hoy es una serie de palpitaciones, angustias y emociones que pasan abajo de mi piel, imperceptibles en la superficie, no menos de 24 horas antes del partido. Es el ritmo al que lato y es la sangre en mis venas.
El partido de esta noche parecía uno de octavos de final, se que no soy el único que lo sintió así. La intensidad, el encierro, las ganas de ganar. El primer tiempo fue eso y poco más. Las cosas, una vez más, cambiaron cuando entró el colombiano del momento, el de cabeza clara, el que no tiene que pensar porque parece tener un cerebro en esa zurda, tomando las decisiones por él. Golazo de Pratto, y otra vez sacrificio entre dudas para combinar en el segundo. Que gol Pity. No les voy a mentir, yo adoro despertar a mis vecinos catalánes, demostrarles como se grita un gol. Pero en la obra del Pity solo me salió saltar, correr al otro lado del living y aplaudir mientras me reía. Me hizo acordar al gol de Saviola que les narré un par de párrafos atrás. Victoria importantísima que nos deja a dos empates con rivales directos de estar derecho en octavos. De tener más días de angustia como hoy y noches de de Copa en el desfasaje horario que vivo conectado a ustedes.
Ganamos Millo, y espero que les haya gustado esta historia que repasé en mi cabeza todo el día. Si el relato no te fue suficiente, el video está en youtube, en sus 24 minutos de compacto perfecto. Si lo quieren ver entero, avisen que le pido a mi vieja que se fije donde esta tirado el casette.
+ GOLES: Los tantos del triunfo por 2-1 frente a Emelec
+ POSICIONES: así está El Más Grande en la tabla del Grupo 4
+ FIXTURE: estos son los próximos rivales de River en la Copa Libertadores