Me acuerdo de Maxi López. Que siendo suplente una tarde entró en el primer tiempo por el Chileno Salas, lo bailó a Schiavi y gracias a aquella actuación terminó volando hacia Barcelona. Ni hablar de Ricardo Rojas, que en ese estadio hizo el único gol de su carrera con una vaselina maravillosa que quedará enmarcada en nuestro cerebros por siempre.
También del Pity Martínez, que en un partido de ensueño de todo River encontó un golazo y una actuación consagratoria que provocó un quiebre totalmente positivo para su confianza. De la pelota naranja que inmortalizó el Beto Alonso en aquel 2-0 en abril del 86. Y cómo olvidar aquel salto al cielo de un tal Ramiro José Funes Mori, que marcó un antes y un después no sólo para su vida, sino también para la historia contemporánea de River.
Es así. Jugar en la Bombonera con la camiseta de River puede transformar tu vida para siempre. Puede transportarte a las páginas más doradas de nuestros corazones, sin necesidad de alguna escala previa. Puede generar un quiebre inolvidable para tu carrera como futbolista. Puede provocar que por una sola jugada te puedan llegar a recordar todas las futuras generaciones de hinchas. El domingo siéntanlo de esa forma. No tendrán el apoyo del público, pero sí la mejor inyección para sus conciencias. Tómenlo así. Como una oportunidad de quizás ser recordados para siempre en la memoria de cada hincha de River. ¿Acaso puede existir mejor motivación? Imposible.
Generalmente cuando nos va bien en ese estadio los semestres terminan de la mejor manera. Es un tren hermoso que no deberíamos dejar pasar. Para arrancar de una vez por todas en la Superliga, pero también para dejarles otro gran mensaje de preocupación y de presión a ellos en caso que se repitan cruces decisivos antes de llegar a fin de año.
Por las señales que estuvimos viendo en la vereda de enfrente, la inquietud parece estar presente. Apelar al recurso de pintar frases “motivadoras” sobre su estadio a la vista del sector visitante es una clara muestra de inseguridad. Ojalá tengan toda la fiesta preparada para grabar un nuevo capítulo de su serie en Netflix y que el señor de apellido Gallardo vuelva a ser el protagonista principal.
PD: A propósito de eso, si no lo vieron les recomiendo los últimos minutos del tercer capítulo del documental xeneize. Pónganlo con subtítulos y compren una buena cantidad de pochoclos, porque lo van a querer repetir varias veces. El escenario es Mendoza y todo lo que transcurre fue en el mes de marzo. El final está más cantado que el segundo gol de Scocco.
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