Julián Álvarez se despide a lo grande River. Quizás no con la clasificación a cuartos de final de la Copa Libertadores, como él y todos los hinchas hubiesen querido, pero sí con una sonrisa y con la humildad que siempre lo caracterizó a lo largo de su paso por el Millonario. Tras decirle adiós a sus compañeros en el entrenamiento matutino, la Araña se trasladó a Ezeiza, dejó sus últimas declaraciones como jugador de River y en breve se sube al avión que lo dejará en Inglaterra.

El Manchester City ya anunció la llegada de la Araña en sus redes sociales y este domingo será presentado ante el público en el Etihad Stadium junto con la estrella Erling Haaland y el resto de los refuerzos. "Me han hecho crecer como jugador y como persona, me inculcaron muchos valores. Siempre di lo mejor para ayudar desde donde me toque para estar a la altura de lo que significa vestir estos colores y representar a este club tan grande", dijo entre otras cosas el delantero en el video de despedida que publicó River en sus redes sociales.

Pero Julián no solo deja alegría, goles, títulos y el orgullo de ver a un pibe formado en el club triunfando en Europa, sino que también deja cosas materiales que los más chicos nunca van a olvidar. En un gesto conmovedor y siguiendo la "tradición" de las donaciones iniciada por Germán Pezzella cuando se fue de River en 2016, antes de irse a Inglaterra, Julián, o "Pipa", como le decían de chiquito en la pensión, compró un televisor 75 pulgadas, un equipo de música, dos lavarropas y cuatro secarropas y se los lo donó a la pensión del Más Grande en modo de agradecimiento por los años que pasó ahí formándose como jugador y sobre todo como persona.

En la locura que significa una transferencia a un gigante europeo es bastante común que algunos los jugadores se olviden de sus raíces, de donde vinieron y quiénes lo formaron, pero no es ni de cerca el caso de Álvarez. En septiembre de 2020 ya le había regalado una camioneta Renault Kangoo a su DT de inferiores en Calchín, Rafael Varas, quien lo dirigió desde los 4 a los 13 años y necesitaba el vehículo para trabajar. Ese es el legado más grande que deja Julián: los valores humanos.