Pese a las bajas de dos titulares y la ausencia parcial de Scocco, quien entró cerca del final, River venció 3-0 a Racing. El Muñeco, esta vez fuera del banco, diseñó un plan perfecto para lograr la clasificación a los cuartos de final de la Copa Libertadores.

La preocupación se desvaneció. Aunque no puso un ‘5’ clásico ni contó con el hombre más desequilibrante entre los once, Marcelo Gallardo armó un equipo altamente competitivo que destruyó los sueños de Racing para transformarlos en una auténtica pesadilla. River superó claramente al conjunto de Avellaneda. Lo pasó por encima a nivel colectivo e individual, así como también en cuanto a la actitud para afrontar la revancha.

Sin Leonardo Ponzio, capitán y emblema para las series decisivas, el Muñeco optó por Enzo Pérez como único volante central al principio. El DT dispuso un 4-3-1-2 con Ignacio Fernández y Exequiel Palacios por derecha e izquierda, respectivamente. Delante de ellos estuvo Juan Fernando Quintero, suelto, libre para la creación. La fórmula fue un éxito para ponerse en ventaja y luego le dio paso a un 4-4-2 muy fuerte, compacto para el retroceso y amplio para atacar.

River asumió riesgos para ir en busca del primer gol, dejó algunos espacios, pero en su tercer intento al arco vulneró al arquero Gabriel Arias. Una vez arriba en el resultado, a los 25 minutos del primer tiempo apareció el cambio de dibujo: Quintero retrocedió para ocupar el costado derecho, mientras que Palacios se volcó a la izquierda, más abierto todavía, permitiendo que Nacho Fernández y Pérez se situaran en el centro.

Del otro lado, Racing sostuvo su habitual 4-1-3-2, pero con un enroque de nombres: Nery Domínguez en el eje, respaldando a los tres volantes ofensivos: Ricardo Centurión buscó lastimar a Milton Casco, aunque sólo pudo inquietarlo dos veces al comienzo. Matías Zaracho estuvo en el centro, mientras que Neri Cardozo se ubicó en la izquierda. Ninguno alcanzó a generar suficiente peligro para un River muy sólido atrás, combativo e inteligente en el medio y eficaz arriba.

Si bien no estuvo en el banco (Matías Biscay, su principal ayudante de campo, ocupó la función de DT) por la suspensión que le aplicó la Conmebol, Gallardo ganó otra batalla táctica y estratégica. Le puso punto final a una sequía goleadora -quedó en 401 minutos-, acertó en el ejercicio que dispuso a la mañana en Cardales (la definición era a la carrera, como pasó en el gol de Lucas Pratto) y demostró que, más allá de los nombres, inculcó una mentalidad ganadora capaz de sobreponerse a las bajas. Este River entusiasma a todos.

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