El equipo de Jota Jota y el de Ramón Díaz jugaron como para irse directamente a marzo. Dieron cátedra del espanto. Armaron una ensalada de “fútbol paranoico” y se olvidaron del hincha y del espectáculo. Tanto uno como el otro pensaron más en el rival que en el protagonismo propio.
Como si se hubieran puesto de acuerdo. Hubo embole, falta de imaginación y aburrimiento. Jugaron ganados por el miedo. Volvió el fantasma de la crisis que viven ambos. Se dijeron: achiquemos el margen de error y si es necesario durmamos en camas separadas. Casi como esas parejas que viven a la defensiva buscando la culpabilidad del otro. Que yo te dije, que vos me contestaste, que vos empezaste, que yo no la seguí. Quejas, reclamos, justificaciones, histerias y desencuentros. ¿Y el amor? ¿Y la pelota? Bien, gracias.
Justamente ellos. Que la tenían atada. Que entendieron tan bien lo que era tener el instrumento bien afinado. ¿Por qué esta paranoia de partitura chata, de fútbol estrangulado, de esférico secuestrado? En el caso de River, lo primero que hay para decir que uno quiere entender que después de haber quedado tan pipones el martes, cuesta volver repetir esa actitud famélica contra el rival, como la que se mostró contra Boca.
Pero de allí a sentarse a compartir este “banquete de pordioseros” y dejarse enredar, remisear por ese “falcon” que se cae a pedazos, en varios tramos del partido sin poder reaccionar, ya empieza a dejar tela para cortar. San Lorenzo salió a presionar los primeros 15 minutos haciendo de River un equipo largo. Inconexo. Sin más salida por afuera que la que logra la dinámica de Pereyra, cuyos desbordes siempre terminaron en solitario. Y cuando la pelota llegó a los pies de Pavone, el resto estaba a una estancia de distancia. Y atrás, los de Boedo (¿ése es su barrio?) con el oficio de Tula y sus bracitos más la condescendencia arbitral con Bottinelli, contribuyeron para que el Tanque no pudiera ganar un mano a mano.
En la primera etapa apenas hubo una opción clara por equipo. Una atajada tremenda de Migliore a Ferrero tras un corner y un tiro de Guille Pereyra en el palo izquierdo de Carrizo, que nació también de pelota parada. Después todo fue muy rústico. Con un Bordagaray sacado por momentos y el Chaco Torres metiendo y Almeyda yendo al piso más de la cuenta. Todo muy rústico, como lo pensó Ramón. Tanto que ni siquiera se animó a jugar con un punta. Y que además sabiendo que venía de pulsear con un vestuario quebrado, lo más lógico era que eligiera mojarte la oreja en el terreno de la lucha. Decididamente, estaba para tirar cachetazos como la Camaño, para el catch más que para jugar.
El tema era que actitud tener frente a su previsible planteo. Y River hizo lo que menos le convenía: olvidarse de su libreto, casi por completo. Apenas exhibió unas ráfagas asociadas, muy chiquitas, entre Lamela, el Tucu y Pavone. El resto, enganchado como una media, en el ajedrez que planteó el riojano. En esta versión tan devaluada, casi irreconocible que hoy le toca, pero como “bicho” que es, te estudia y te canta “piedra libre”. Sabía perfectamente que lo que más le convenía era jugarle a las escondidas a River. Trabarlo, forcejearlo y no dejarlo que descubra la pelota. Perfeccionando lo suyo en la segunda parte, casi canta quiero vale cuatro y terminó diciendo “je, fuimos un poquito más”. Lo cierto es que si Menseguez se calza el botín que correspondía en el pie derecho, otro podría haber sido el final de la novela.
¿Y River qué? Insípido, sin Buonanotte, suspendido, con un Lanzini livianito y Ortega que volvió a parecer el de sus más controvertidas tardes. Pavone, sin tocarla y Funes Mori, que entra faltando un minuto. ¿Para qué? Eso sí, antes la variante ofensiva fue la entrada de Arano ¿?
Si es por mí. Los dos a marzo. Horrible partido pero sólo preocupado por River que vuelve a caer en esta ciclotímica red paranoica. Que si no me dejan y me maltratan, y que si me la dan te la devuelvo y que si no tengo espacios como hago. Y si hace calor y si llego gordito y se me fue el ragú. Demasiados peros. Quizá también demasiadas expectativas idealizadas en tan pocos días.
De todos modos, esa incomodidad que no se pudo resolver vuelve a sonar como un alerta a no caer nuevamente en el mito de Sísifo, condenado eternamente a subir la misma montaña desplomarse y volver a subirla continuamente. “Yo no quiero volverme tan loco, yo no quiero vivir paranoico, voy buscando el placer de estar vivo, tengo algo que darte en mi corazón” (Chary). Sólo te pido “reciprocidad”, un poquito más de rebeldía y “huevos” por favor (urge organizar el oráculo de Almeyda).
Intentar ser lo que amagamos ser el martes y no extraviarnos en este callejón huérfano de ambición. Con esta hinchada tenemos todo para vencer a los Dioses del “Olimpo”.
Juntá fuerzas, que el domingo volvemos “al calor del hogar” para hacernos unos mimos. ¡Te quiero, te quiero, dame más!



