Después de más de seis meses de inactividad, River volverá al ruedo este jueves contra San Pablo en el Morumbí, estadio que ha sido un verdadero incordio para los equipos argentinos a lo largo de la historia. La última alegría para los de Núñez data de la Sudamericana 2003, en la que terminó festejando por penales a pesar de ser derrotado. Sin embargo, lo que más se recuerda de aquella semifinal es la escandalosa batalla campal que protagonizaron ambos equipos.

River había ganado 3-1 la ida en el Monumental (con doblete de Marcelo Gallardo) e iba a Brasil en busca del pase a la final. El partido se picó de entrada, luego del primer gol del San Pablo, y la violencia fue escalando entre ambos con el correr de los minutos, con bastante responsabilidad del juez uruguayo Larrionda, quien debería haber sacado las rojas mucho más temprano. El partido terminó 2-0 a favor del local y había que ir a la tanda de penales para ver quién accedía a la final. Sin embargo, ni bien sonó el pitazo final, los jugadores de ambos equipos se agarraron a las piñas y se generó una batalla generalizada: entraron los suplentes, volaron patadas y el tema se descontroló.

Finalmente Larrionda optó por expulsar a seis futbolistas, tres de cada equipo (Ameli, Guillermo Pereyra y Barrado en River), para luego pasar a la definición desde los 12 pasos. El Millo fue implacable y convirtió sus cuatro disparos (Alejandro Domínguez, Coudet, Ludueña y Tuzzio), en tanto que San Pablo erró dos: Costanzo le atajó el primero a Souza y después Diego Lugano tiró el suyo afuera.  

Tras el escándalo y el 4-2 en los penales, el equipo que dirigía el chileno Manuel Pellegrini terminó celebrando en el Morumbí, algo que no volvió a repetirse desde entonces. Gallardo, quien ya pisó el Morumbí como técnico en 2016 (derrota 2-1 por la fase de grupos de la Libertadores), intentará que su equipo esté a la altura este jueves, a pesar de la prolongada inactividad y la gran ventaja de rodaje que acumula San Pablo.