Un hincha de River está sentado, con la mirada perdida. Otro no puede detener las lágrimas. Es difícil digerir este golpe. Restaban alrededor de seis minutos, incluido el descuento, para que el Millonario se llenara de gloria y levantara nuevamente la Copa Libertadores. Y pasó lo que pasó. Lo que no hace falta explicar. Es fútbol, no hay otra forma de resumirlo mejor sin entrar en los detalles del caso.

 

Entre lágrimas e impotencia inagotable, aquellos hinchas de River que se quedaron en la tribuna Norte del estadio Monumental de Lima decidieron hacer un nuevo esfuerzo para chocarse las manos y reconocer a este plantel que tantas satisfacciones. De eso se trata, de tener dignidad en la derrota, aunque ya era casi desconocida.

El abanderado de este ciclo muestra el camino a seguir cuando más complicado resulta  el panorama, cuando no hay ganas de absolutamente nada más que llorar. Dolido, pensando vaya uno a saber en qué, Marcelo Gallardo habla al paso con sus jugadores luego de mirar las tribunas sin creer lo que sucedió. Pero se acerca a saludar a los árbitros, sin buscar excusas, y después felicita con grandeza al técnico portugués Jorge Jesús.

Los 30 jugadores de River, de brazos cruzados, manos atrás y otros lenguajes corporales asociados a la desazón, esperan hasta la entrega de premios, tal como indica el protocolo. Tras el acto que le dio el trofeo a Flamengo, se marchan, levantan los brazos y saludan a quienes siempre creyeron porque tenían -y tienen- con qué creer. Esos fanáticos que llevaron a cabo un sacrificio espectacular para llegar a Perú luchando contra presupuestos estratosféricos, CEO's sin empatía para solucionar un cambio de pasajes y viajes de 80 horas en micros incómodos.

¿Cómo se puede salir adelante anímicamente después este mazazo? Por supuesto que no es sencillo, pero hay razones para recomponerse. La necesidad de revancha -sin equivalencias- en la Copa Argentina, un mensaje de Marcelo Gallardo anunciando su continuidad y, sobre todo, utilizar la memoria. Si esto causa un dolor profundo, imagínense lo que sería perder una final con el rival de toda la vida...