Hubo una época donde en La Página Millonaria casi que no podíamos escribir notas de él. De cómo le estaba yendo con su equipo en el exterior, si hacía un gol, etc. Publicábamos algo y muchos de nuestros lectores lo y nos insultaban. Ni siquiera podíamos desearle feliz cumpleaños en las redes sociales.
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Hasta que un día, tardío o no, esa será otra discusión, volvió. Y los insultos bajaron a la mitad. Ahora la camiseta que ostentaba en su pecho era la nuestra nuevamente. Y empezó a jugar y con toques simples demostró que aún era un distinto, y ese tipo de distintos que nos enamoran a nosotros, a los hinchas de River, que la pisa para un lado, la pisa para el otro, caño, el ooole que retumba en el Monumental.
Golazo de futsal en la Libertadores pasada, temperamento para manejar los hilos de este River. “Está viejo, mirá como trota” siguen diciéndole algunos rencorosos que se prometieron no ceder ante la magia que todavía despliega su zurda.
Qué sé yo, soy de los sensibles que el buen fútbol ablanda, y a mí me encanta ver cuando tira la boba, o cuando se calienta porque no le salen las cosas, gesticula, alienta a sus compañeros, quiere ganar hasta el partido más intrascendente.
En diciembre D’alessandro finaliza su préstamo con River y deberá volver a Inter de Porto Alegre. Lo que parecía un hecho, su retorno a Brasil, hoy está en duda. “Yo estoy muy feliz en la Argentina”, dijo ayer en el país vecino y sembró la incógnita sobre qué hará el Cabezón en el 2017.
Yo quiero seguir disfrutándolo en casa, y creo que varios sensibles más también. Ojalá se dé, veremos que pasa. Allá se mueren por tenerlo de vuelta.
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